En estos tiempos marcados por las tecnologías de la información y la comunicación, en especial con una internet que es capaz de informarnos al instante de lo que sucede en los más recónditos lugares del mundo, el fin de semana hemos sido testigos en tiempo real de un acto de barbarie desgarrador: un ataque sorpresa del grupo Hamás (organización paramilitar nacionalista, islamista y yihadista) a cientos de civiles (muchos de ellos mujeres, ancianos y niños), en espacios israelitas, que se tradujo en asesinatos, violaciones y secuestros a vista y paciencia de todo el mundo.
La respuesta israelí fue la declaración de guerra a Hamás. Acto seguido se han sucedido interminables bombardeos a la ciudad de Gaza buscando atacar los centros claves de Hamás, sin embargo, los proyectiles lanzados no tienen la capacidad de distinguir entre terroristas y civiles (nuevamente muchos de ellos mujeres, ancianos y niños).
Esta situación es particularmente compleja, y al margen del conflicto político israelí-palestino y las posiciones que cada ciudadano pueda tener sobre el mismo, lo cierto es que estamos presenciando en pleno Siglo XXI como el “homo hominis lopus” (el hombre es un lobo para el hombre) de Hobbes vuelve a cobrar vida.
En este espacio no pretendo explicar la naturaleza del conflicto israelí-palestino, tanto por su complejidad como por la extensión ineludible que excedería una columna de opinión, sin embargo, considero que es imprescindible distinguir entre el pueblo palestino y sus reivindicaciones políticas y territoriales de la agrupación terrorista Hamás.
En este orden de cosas, tratar de asimilar Hamás a Palestina es un error y una injusticia. Sin embargo, esta asimilación no solo proviene de algunos que han abrazado la causa israelí sino también de aquellas personas y agrupaciones que han sido incapaces de condenar los actos terroristas ocurrido el trágico sábado 7 de octubre, justificando, de alguna manera, con su silencio, las acciones de Hamás. Políticos como Nicolás Maduro, Evo Morales, Daniel Jadue o el Partido Comunista chileno, salvo excepciones como la diputada Carmen Hertz quien se desmarcó de su colectividad, se insertan dentro de esta corriente.
Desde esta tribuna consideramos que es posible condenar el terrorismo y los asesinatos de civiles inocentes y al mismo tiempo apoyar causas y reivindicaciones políticas, ya sea israelí o palestina y que quienes, por otra parte, no tienen la voluntad de condenar este tipo de crímenes, no solo relativizan la vida y los derechos humanos, sino que también legitiman la violencia y la brutalidad cuando ellas tributan a sus causas.
Lamento profundamente cada vida cobrada por la guerra, en especial de las víctimas civiles, que se transforman en meros daños colaterales de decisiones políticas y condeno tajantemente el terrorismo en todas sus formas y hago un llamado a la protección y defensa de nuestros valores y forma política democrática, y en especial, a seguir luchando, desde cada una de nuestras veredas políticas, filosóficas y éticas, por la dignidad humana y los derechos que de ella emanan.