Desde que el ser humano tiene razón, aún sin existir la ética como disciplina, se puede decir que ésta ya existía en forma natural, -sin una base conceptual- en cada uno de los grupos o tribus de los primeros tiempos, lo que es un buen indicio que lleva a pensar que la ética siempre ha sido parte inmanente al ser humano; ya sea como individuo o como agrupación social, los que van tras la consecución de un fin común, que en su búsqueda les ayuda a convivir y sobrevivir de mejor manera; estamos hablando de los primeros rudimentos de lo que hoy conocemos como sociedad.
Llama la atención este fenómeno que se da en los seres humanos, el que se mantiene incólume en las diferentes épocas, impulsándonos a preguntarnos por eso tan especial que existe en toda sociedad; que hace que todos los que son parte de esta sean seguidores de un algo, que es reconocido como bueno para todos, al que cada uno de los seres humanos quiere acceder, convirtiéndose en la búsqueda de lo mismo para todos, un fin común que, en su forma más definitiva, es el bien común el que en su significación máxima, no se refiere a lo material -riquezas, lujos, posesiones, placeres- sino que a un bien inmaterial de características metafísicas; que por lo mismo es más estable y universal que lo material, que siempre está expuesto al cambio y degradación permanente.
Por esta razón los fines últimos del ser humano, tienen que ver con la búsqueda de este bien tan especial, que por sus características es tan difícil de alcanzar, el que es bueno para mí como para toda la sociedad, el que Aristóteles asociaba a la felicidad, estado anímico que sin duda tiene que ver con lo bueno y no con lo malo.
Sócrates es considerado el padre de la ética, quién introduce el término griego areté, que se refiere a la virtud, la que es posible definir y mostrar a los demás; siendo la virtud la disposición última y radical del hombre, aquella para lo cual ha nacido propiamente, siendo la ciencia dicha virtud. Por esto se dice que la ética socrática se interesa en el conocimiento de la virtud para practicarla moralmente en beneficio de la polis.
Este importante principio Socrático señala que debemos conocer nuestra alma y comprenderla para así poder distinguir el bien y el mal, facilitándonos elegir siempre el bien, pues nadie desea el mal, el que no es más que el resultado de la ignorancia. Por lo tanto, si el bien siempre va de la mano del conocimiento, el mal irá del lado de la ignorancia; dos elementos que se deben el uno al otro, pues para que exista el bien es necesaria la existencia del mal y viceversa; convirtiéndose la ética en el elemento fundamental que nos permite discriminar acerca de lo que es correcto o incorrecto en el contexto de orientar en la práctica el comportamiento de los seres humanos en la trama de lo social, donde cada uno tenga su lugar, con sus derechos y deberes.
En este entendimiento, nos percatamos que el fin último de nuestras vidas está relacionado con la búsqueda de la felicidad, la que sólo puede existir en la virtud o conocimiento del bien, pues si bien la ignorancia es causa del mal, el conocer el bien y su práctica nos hace felices.
Pues bien, la ética trata de las normas de comportamiento que tenemos las personas con el fin de lograr convivir pacíficamente con los demás, respetando la integridad física y moral propia y ajena.
Primero está la ética, que se preocupa de ejecutar un análisis sistemático y crítico de la moralidad de los factores que guían la conducta del ser humano; y luego está la moral que se aplica a las personas que son parte de la sociedad, la que se refuerza con el análisis ético-filosófico realizado previamente.
Una sociedad sin ética, lleva a que pequeños actos prácticos causen frustración y depresión en los individuos, provocando en el ámbito laboral, por ejemplo, baja productividad o la disolución de equipos de trabajo, poniendo en riesgo la organización. Esto trae consigo la pérdida de confianza en las personas, empresas o instituciones, con consecuencias económicas y financieras graves.
Como podemos apreciar, la ética como otras ciencias y ramas de la filosofía, es un producto de la razón -teoría- que es el fundamento de la praxis de la ética, la que se encuentra en el comportamiento o conducta humana moral – teoría y práctica de la ética que se origina en el uso de la razón-
Se dice que la ética es una ciencia normativa, por el hecho de que estudia y reflexiona sobre las normas o reglas de conducta que forman parte de la moral, considerándosele también como una ciencia práctica, por tener como objeto la conducta humana, ciencia de orden moral que ordena la vida individual y social de lo humano.
Son muchas las ramas que son parte de la ética, siendo una de ellas la ética de la investigación científica, que se preocupa de la moral -el deber ser- que ofrece los principios de conducta moral que deben ser considerados en el campo de la ciencia, con el fin de que los seres humanos resulten beneficiados y no perjudicados con este tipo de investigaciones, que considera la participación de personas; motivo por el cual toda institución que se precie de seria debe contar con un comité ético – científico que asegure esto.
Teniendo en cuenta todas las ventajas que tiene para la sociedad la existencia de cánones éticos; es preciso reconocer que lamentablemente existen instancias al interior de ésta, que en defensa de variados intereses económicos reñidos con el actuar ético, se oponen tenazmente a esta forma de orientar la conducta de las personas; validando lo que tiene que ver con la generación de riquezas, con la competitividad, dejando de lado la reflexión sobre el bien común, por no ser conveniente a los intereses del mercado.
Finalmente, se podría decir que los valores que sustentan a una sociedad, definitivamente están marcados por principios éticos -el deber ser de las cosas- que poco a poco se han ido perdiendo, como el bien común, la solidaridad, el actuar filantrópico; dando paso a nuevas formas de valor o antivalores, que permiten la aparición franca del egoísmo, del egocentrismo, del individualismo y todos los demás ismos –que son muchos– que en este momento son parte fundamental de las actuales sociedades que funcionan en un concepto globalizado concertado teñido de pulidez y liquidez en todas sus acciones; situación que nos pone en una actitud de nostalgia del otrora tan apreciado sentido ético de la vida en sociedad.
Silvio Becerra Fuica, Profesor de Filosofía.