Hacer maniobras para “llegar a fin de mes” no es algo nuevo, sino la triste tónica chilena que, teóricamente, iba a acabar el gobierno actual, al prometer devolver la dignidad a las familias con un salario acorde y capaz de cubrir los gastos del hogar. Para ello, se aumentó el salario mínimo a $500.000 brutos que, hechos todos los descuentos, queda cercano a $430.000 líquidos. Llega a esta cifra en un periodo histórico donde, a partir de los datos aportados por el último informe -correspondiente a agosto 2024- del Observatorio Social a cargo del Ministerio de Desarrollo Social y Familia: (I) La canasta básica de alimentos alcanza los $68.731; (II) La línea de la pobreza (LP) para una familia promedio (4 integrantes), asciende a $614.103; y (III) La línea de pobreza extrema (LPE) -en un grupo familiar igual al antedicho- está en $409.402.
El sueldo líquido recibido, en virtud de los datos aportados, es inferior en $184.103 a la LP y solo está $20.598 por sobre la LPE. Si analizamos fríamente estos datos y el hecho de que no habrá grandes aumentos en el futuro que busquen superar los parámetros aludidos -para así romper de una vez por todas la línea de la pobreza- pareciera existir voluntad legislativa y gubernamental para mantener a la clase trabajadora “controlada”, al ubicarlos por sobre la línea de pobreza extrema -evitando fervorosas movilizaciones exigiendo mejoras- pero por debajo a la de pobreza, manteniendo así el status quo histórico de no vivir con lo suficiente, imposibilitándoles “romper el círculo” y poder avanzar. Debido a la normalizada realidad, la masa tiende a no sospechar nada ni buscar mejoras, conformándose con discursos eufemísticos que apaciguan los ánimos de movilizaciones, al punto de extinguirlos.
La voluntad política no solo permitiría dejar atrás esta triste normalidad, sino también cubrir a la clase trabajadora de las alzas. Una solución, además de ubicar al salario por sobre la línea de pobreza, es convertir el sueldo cifrado en pesos, a un indicador, como sería la UF (Unidad de Fomento), cuyo reajuste diario ocurre según la variación del Índice de Precios al Consumidor (IPC) del mes anterior, es decir, la inflación. Efectuar esta segunda modificación propuesta permitiría, adicional a incrementar constantemente el dinero recibido, pagar compromisos financieros indexados a este indicador, estando así en la misma línea económica sin afectar -como ocurre actualmente- el poder adquisitivo ni complejizar desprenderse de las deudas.