Durante mucho tiempo, la imagen del envejecimiento estuvo asociada a la idea de deterioro físico y mental, lo cual estaba directamente vinculado a la perdida de independencia, autonomía y productividad. Sin embargo, en el último tiempo ha surgido una mirada que busca redefinir su rol, dando énfasis a la contribución que los adultos mayores aportan a la sociedad.
En la actualidad, muchas personas mayores mantienen una vida activa, continúan realizando sus actividades, participan en su comunidad y ejercen roles dentro de sus familias. Es fundamental reconocer que el envejecimiento debería ser una etapa en la que las personas ejercen sus derechos, toman decisiones y aportan a la sociedad de forma significativa.
En este sentido, la ética del cuidado nos permite repensar la forma en que entendemos y ejercemos esta actividad con las personas mayores. Desde esta perspectiva el cuidar no es solo asociado a un grupo etario especifico, sino que todos en algún momento de nuestras vidas hemos necesitado y necesitaremos ser atendidos y cuidar.
El cuidar, es un ejercicio colaborativo y una responsabilidad compartida por toda la sociedad, no solo es individual y/o familiar. La ética del cuidado pensada en, las personas mayores, promueve una visión no centrada solo en la asistencia física o médica, sino que incorpora la mirada del apoyo, compañía y dignidad en todas las etapas del envejecimiento. Cuidar a alguien no debe significar anular su capacidad para decidir sobre su vida, sino que involucra el respeto por la autonomía, reconociendo sus deseos y decisiones, incluso cuando requieren apoyo adicional.
Esta perspectiva nos invita a cuestionarnos nuestras propias ideas y prejuicios sobre la etapa de envejecimiento. Repensar está etapa de la vida y comprender que el cuidado es un acto humano, que nos acompaña y lo ejercemos durante toda la vida conlleva una responsabilidad colectiva que involucra al Estado, las personas y la comunidad.
Roxanna Zolezzi Gorziglia
Académica de la Escuela Terapia Ocupacional
Universidad Andrés Bello