Previo a la Navidad, muchas familias se enfrentan a largas listas de regalos solicitados por niños y niñas en la tradicional carta al Viejito Pascuero. Este fenómeno, cada vez más influenciado por la publicidad y el consumo diario, puede generar estrés en los hogares y reforzar la idea de que la celebridad se trata exclusivamente de recibir objetos materiales.
Es necesario reflexionar sobre el sentido de estas prácticas y el rol que cumplen las familias y cuidadores en la formación de hábitos, valores que transcienden con el tiempo. La Navidad puede ser una oportunidad para enseñar que no todas las “peticiones” deben ser materiales, sino que también se pueden incorporar deseos vinculados a experiencias significativas, tiempos de descanso y espacios de encuentro familiar.
Proponer a niños y niñas que incluyan en sus cartas actividades como juegos en familia, salidas al aire libre, cocinar juntos o simplemente compartir tiempo sin pantallas, permite ampliar el significado del regalo y fortalecer vínculos. Estas experiencias, muchas veces, tienen un impacto más duradero en el bienestar que los objetos materiales.
Asimismo, es importante que las familias establezcan límites claros y realistas, ayudando a que los niños comprendan que la Navidad no se mide por la cantidad de regalos, sino por el valor del compartir. Incluso, construir regalos en familia, como manualidades, juegos o recuerdos simbólicos, puede transformarse en una actividad significativa que promueva la creatividad, la colaboración y el sentido de pertenencia.
Educar en torno a una Navidad centrada en el tiempo compartido y no solo en el consumo contribuye a formar niños y niñas con una relación más saludable con lo material. Es importante crear rutinas y tradiciones que fortalezcan los vínculos familiares y el bienestar, entendiendo que el mejor regalo muchas veces es el tiempo y la presencia.
Daniela Estobar Alvarado
Académica de la Escuela de Terapia Ocupacional
Universidad Andrés Bello


















