Tal vez no se podía esperar más de lo que ha salido de la Cumbre del Clima de la ONU que se ha cerrado este domingo en Madrid con casi dos días de retraso. Los negociadores solo han podido acordar un débil llamamiento a los países a realizar esfuerzos más ambiciosos contra el cambio climático. Y han tenido que aplazar de nuevo el desarrollo del artículo del Acuerdo de París referido a los mercados de dióxido de carbono ante la imposibilidad de consensuar un texto. Este asunto se dejará para la próxima cumbre, que se celebrará en Glasgow en noviembre de 2020. «Es triste no haber podido llegar a un acuerdo final, estuvimos tan cerca», ha admitido Carolina Schmidt, la ministra chilena de Medio Ambiente que ha ostentado la presidencia de esta cumbre que, según sus cálculos, ha sido «la más larga de la historia».
El multilateralismo se resquebraja allá donde se mire y estas cumbres en las que negocian casi 200 países (que tienen que ponerse unánimemente de acuerdo) son precisamente el mayor ejemplo de multilateralismo. Las mismas presiones y enfrentamientos entre países que se viven fuera se cuelan en las negociaciones climáticas. «Estoy decepcionado con los resultados», ha valorado Antònio Guterres, secretario general de la ONU. «La comunidad internacional perdió una oportunidad importante para mostrar mayor ambición», ha añadido. «Pero no debemos rendirnos».
Aunque fuera previsible por el contexto internacional tan complicado, el pobre resultado obtenido tras muchas horas de frustrantes negociaciones agranda la desconexión que existe entre los Gobiernos del mundo y la ciencia respecto a la crisis climática y a la urgente necesidad de actuar. Cuando se leen los textos finales de la COP25 —la reunión número 25 de la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de la ONU de Cambio Climático— parece que los Gobiernos y mandatarios han estado metidos en una habitación insonorizada durante esta cumbre. Pero por la COP25 han pasado los científicos para presentar sus informes climáticos que apuntan, por ejemplo, a que 2019 será un año de récord de temperaturas. Los resultados de las investigaciones también apuntan a que las emisiones de dióxido de carbono, el principal gas de efecto invernadero, volverán a marcar un nuevo máximo histórico. Y por la cumbre también han pasado los representantes de los movimientos juveniles, con la activista Greta Thunberg a la cabeza, que han reprochado a los mandatarios que los esfuerzos que tienen previstos para luchar contra el calentamiento no están a la altura de la crisis en la que está ya el planeta.
En esta complicada cumbre, que se ha celebrado en Madrid tras la renuncia de Chile a acogerla hace mes y medio por las protestas sociales, se tenían que sacar adelante fundamentalmente dos puntos: uno más político y otro más técnico. El político hace referencia a la necesidad de que los países firmantes del Acuerdo de París presenten planes más duros de recorte de las emisiones de gases de efecto invernadero porque los que hay ahora no son suficientes. Pero en esta cumbre solo se ha conseguido que 84 países se comprometan a presentar planes más duros en 2020, como ha pedido la ONU en varias ocasiones. Dentro de ese compromiso están Alemania, Francia, España y el Reino Unido. El problema es los que no están: EE UU, China, la India y Rusia (que juntos suman alrededor del 55% de las emisiones mundiales de efecto invernadero), países que no han dado señales durante esta cita de querer ser más ambiciosos.
Todos los firmantes del Acuerdo de París deben presentar planes de recorte de emisiones que, juntos, deben conseguir que el calentamiento global se quede dentro de unos límites manejables. Pero la suma de los planes no es suficiente. La ONU ha advertido de que se deben multiplicar por cinco los esfuerzos globales previstos si se quiere que el incremento de la temperatura se quede por debajo de 1,5 grados respecto a los niveles preindustriales. Y por tres si se aspira a que ese incremento esté por debajo de los 2 grados (la otra meta que se establece en el Acuerdo de París). Los planes (que se conocen por las siglas en inglés NDC) que tienen ahora los países llevarán al menos a 3,2 grados de incremento, calcula la ONU.
Una de las discusiones más duras durante esta conferencia ha sido precisamente cómo realizar un llamamiento a los países a presentar planes más severos. Ante el atasco de este asunto, la presidencia de la COP25 recurrió a España en el tramo final de las negociaciones. Fue la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, la que dirigió este asunto.
Finalmente, en las declaraciones de la COP25 aprobadas por el plenario, se «alienta» a los países a «aprovechar la oportunidad en 2020» para mostrar la más alta ambición ante «la urgencia de abordar el cambio climático». Y se resalta la «grave preocupación» por la «urgente necesidad» de solucionar la «brecha» que existe entre los planes previstos por los países y los recortes que se necesitan para cumplir el objetivo de París. Sin embargo, en las declaraciones finales no se hace un llamamiento explícito a los países a presentar NDC más duros en 2020 por la resistencia de los grandes países emisores. En todo caso, el Ministerio para la Transición Ecológica ha interpretado que lo acordado «sienta las bases» para que el próximo año «los países presenten compromisos de reducción de emisiones» más ambiciosos. Ribera ha reconocido que la cumbre le deja un sabor «agridulce», aunque resalta que incluir finalmente esas alusiones a la necesidad de que los países incrementen los esfuerzos de recorte de emisiones el próximo año es un éxito.
Mercados de carbono
Donde ha sido imposible cerrar cualquier acuerdo fue en el desarrollo del artículo 6 del Acuerdo de París, el referido a los mercados de carbono. El desarrollo de estos mecanismos de intercambio de derechos de emisiones, que permiten a países y empresas compensar los gases de efecto invernadero que expulsan, ya se atascó hace un año en la Cumbre del Clima que se celebró en Katowice (Polonia) y se decidió que sería en esta COP25 donde se resolvería.
Pero las diferencias entre los países en esta negociación han sido tan grandes que, de nuevo, no se ha podido llegar a un pacto en Madrid. El tramo final de la negociación lo protagonizó el enfrentamiento entre Brasil —interesado en poder utilizar el mayor número de créditos de emisiones que ha generado desde la entrada en vigor del Protocolo de Kioto— y la Unión Europea, preocupada por que su mercado de derechos de emisiones se pueda ver inundado de ese tipo de créditos si no se fijan controles estrictos.
La presidencia de la COP25 ha admitido finalmente este domingo que los textos presentados no tenían el «suficiente consenso» para la aprobación, por lo que se ha acordado que se cierre en Glasgow. Prácticamente todos los países que han tomado la palabra en el plenario final han reconocido la «decepción» por ser incapaces de cerrar la negociación de los mercados.
(Fuente: El País).