Desde que el 3 de marzo se informó del primer caso de Covid-19 en Chile, cada mañana se da a conocer un nuevo reporte de contagios y fallecidos por la pandemia. Entre ellos, las personas mayores de 60 años es uno de los principales grupos de riesgo.
Esto último ha generado que la población mayor esté en el centro de la noticia, dando pie a una serie de estereotipos negativos asociados a este segmento de la sociedad, advierte la gerontóloga y directora del Centro Gerópolis de la Universidad de Valparaíso, Viviana García.
La profesional advirtió que «el coronavirus sacó a la luz los prejuicios sobre la vejez, en general relacionados con la enfermedad, la vulnerabilidad, la fragilidad y el deterioro. Efectivamente hay una situación de vulnerabilidad en un porcentaje de la población mayor, pero es importante tener en cuenta que en esta etapa de la vida existe una gran heterogeneidad y eso está dado por las diferentes características de cada persona, pero también por sus historias y trayectorias de vida”.
Además, añade, que la adultez mayor es una de las etapas más larga del ciclo vital y eso explicaría en gran medida la diversidad que existe en este grupo etario. “Es un periodo vinculado a distintos cambios en la esfera biológica, fisiológica, psicológica y social. Muchas veces la sociedad solo se centra en los cambios físicos y es por esto que se asocia a la vejez con la pérdida, la fragilidad y la dependencia”, comenta García.
Por otro lado, plantea que la pandemia ha manifestado una tendencia a infantilizar a las personas mayores: “He visto noticias sobre cómo convencer a los adultos mayores a no salir de sus casas o cómo enseñarles a cumplir con las medidas de prevención. Es muy importante cuidar a quienes nos rodean, pero siempre respetando su autonomía y derecho a tomar sus propias decisiones”, subraya.
Vejez no es sinónimo de enfermedad
En cuanto a los cambios que conlleva el envejecimiento, la especialista afirma que “en algunos casos implican pérdidas, por ejemplo, la velocidad al caminar probablemente no será igual a la de antes, pero también es una etapa de ganancias, desde el punto de vista de las experiencias y conocimientos adquiridos. La vejez no es sinónimo de enfermedad, es cierto que es un periodo relacionado con pérdidas, pero también genera una serie de ganancias, es fundamental entender este punto para comenzar a revertir los estereotipos negativos hacia las personas mayores, que hoy en día se han hecho más visibles en el contexto de la pandemia”.
Acerca de las causas de estos prejuicios, la especialista indica que existe un grado de responsabilidad por parte de los profesionales que se dedican al trabajo con las personas mayores, particularmente del ámbito de la salud. “No nos hemos preocupado de hacer este cambio de mirada o no lo hemos hecho con el suficiente ímpetu. El problema es que al cumplir 60 o 70 años las personas caen en la profecía autocumplida de asumir la vejez como una etapa de pasividad o fragilidad, sin embargo, la adultez mayor es una oportunidad para reinventarse y mantenerse activos”, recalca.
Estereotipo de lo prescindible
Otra profesional que advierte sobre los estereotipos con la tercera edad, es la coordinadora de Programas de Gerópolis UV y doctora en Antropología Social, Alessandra Olivi, quien reflexiona en torno al enfoque de los reportes diarios sobre casos de contagios y fallecidos. “Vejez parecería ser sinónimo de algo prescindible, comunican que ha muerto una persona mayor como si fuera una pérdida menor, no tan relevante. Llegamos casi a una cosificación de la persona mayor, tratada como un objeto viejo y roto, entonces ahí efectivamente se desvirtúa toda la visión de derecho a la vida y a la igualdad. Dentro de estas categorías que se reflejan en los reportes, pareciera que más prescindible eres si estás enfermo o si estás muy mayor, como una especie de jerarquía en el nivel de valor de la vida humana, como si a mayor enfermedad y edad, pues ahí sí que eres desechable”, lamenta.
Asimismo, plantea que si bien el desarrollo natural de la vejez es la muerte, “no hay una fecha de vencimiento, por así decirlo, cada sujeto tiene su propio ciclo de vida. Hay que entender la muerte no como un evento prefijado, cada ciclo de vida es único e irrepetible y no tiene fecha de caducidad. Tampoco debemos separar la muerte de la vejez, sino estaríamos contribuyendo a alejar una situación o un hecho inconmutable que hay que aceptar como tal”.
Además, Olivi se refiere al manejo compasivo que se ha aplicado en algunos de los fallecidos por coronavirus: “Finalmente es una forma de permitir la eutanasia pasiva -que es ley desde 2012 en Chile- pero sin mencionarla, ya que es conocida la resistencia a hablar sobre eutanasia, especialmente por parte de los sectores más conservadores. Ahora bien, en el contexto del Covid-19, la no aplicación de medidas que mantengan a una persona con vida es comunicado como una medida humanitaria y bondadosa, sin embargo, creo que es necesario tener más información acerca de qué se entiende por muerte compasiva y cómo se está llevando a cabo, porque en algunos casos puede ser más humana la eutanasia activa que la pasiva. Esperemos que esta situación siente las bases para un mayor consenso acerca de la necesidad de avanzar en un proyecto de ley que defina el marco de derecho de una muerte digna”.
Por último, Viviana García añade que en 2017, Chile ratificó y promulgó la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, el cual recoge diversos aspectos para garantizar al bienestar de la población, entre ellos el derecho a la salud, particularmente en contextos de emergencias y desastres. En línea, la profesional recalca que «es uno de los instrumentos que tenemos y al cual se debiera acudir en el momento en que veamos que los derechos de las personas mayores no están siendo garantizados”.