Por Margarita Hanckes
CEO de hcmFront
Hoy las nuevas herramientas tecnológicas no sólo han cambiado nuestra forma de comunicarnos y relacionamos, sino también cómo podemos trabajar. Esto ha quedado en evidencia durante la propagación del COVID-19, que provocó la necesidad de las compañías de implementar el trabajo remoto para resguardar la seguridad de sus colaboradores, además de dar continuidad a sus procesos, optimizando recursos y reduciendo costos.
Según una reciente encuesta de Trabajando.com, el 69% de los puestos de trabajo que ofrecen las empresas son a través de esta modalidad. En este contexto, la adaptabilidad se vuelve un factor clave tanto para las compañías como para sus colaboradores. Pero, a su vez, significa un tremendo desafío.
Por su lado, las organizaciones deben ser capaces de implementar nuevos sistemas de trabajo y herramientas tecnológicas para que sus trabajadores puedan operar de forma remota. Además de soluciones integrales para la gestión de personas, que sean capaces de monitorear, registrar y dar un estado de avance de los diferentes procesos que realizan los colaboradores.
Mientras que los colaboradores deben adaptarse y cumplir con los requerimientos de sus puestos de trabajo, en un ambiente distinto, usando nuevas tecnologías y relacionándose de una forma muy diferente, tanto con sus compañeros de trabajo como con sus clientes.
El sociólogo polaco Zygmunt Bauman denomina la aceleración masiva en la que vivimos como “vida líquida”, debido a que la realidad global, con todas sus implicaciones, toma forma según el contexto. Esto conlleva a la rápida disolución de lazos sociales y a la desmedida información, pero también provoca la reconfiguración de los procesos laborales. Hoy la vida nos exige una rápida adaptación a los cambios, esto implica estar bien preparados y conocer los desafíos que tendremos que afrontar.