Por Alberto Valdivieso
Sales Director de Motorola Solutions Chile
El pasado 15 de enero, una vez más el fuego amenazó zonas pobladas de Chile. Cientos de familias de Quilpué debieron evacuar las zonas de riesgo para resguardarse de un incendio forestal que, hasta ese minuto, se acercaba a asentamientos humanos. Luego de que la amenaza se viera contenida, y mientras la Intendencia de Valparaíso autorizaba el retorno de los evacuados, la historia se repitió, esta vez en Nacimiento, en la Región del Biobío.
Claramente, la amenaza de grandes incendios para un país con una accidentada geografía, condiciones climáticas propicias para la propagación del fuego y una intensa actividad forestal como Chile —y como otros de América Latina con estructuras productivas similares— sigue ahí.
A octubre de 2020, cuando la temporada de incendios en el hemisferio sur aún comenzaba, se contabilizaban 406 incendios (12% más que el año pasado a la misma fecha) y el doble del promedio de incendios en los últimos cinco años a la misma fecha, según un informe de la Universidad de Santiago construido con cifras de Conaf. Además, entre 2019 y 2020 hubo más de 8.000 incendios; es decir, fue la temporada con más siniestros desde que hay registro.
Los distintos actores —públicos, privados— deben redoblar sus esfuerzos para construir comunidades y entornos más resilientes, lo que supone disponer de mayores capacidades de articulación y reacción. Es ahí donde emergen con fuerza las nuevas tecnologías y la necesidad de avanzar hacia sistemas de comunicación crítica, factor clave a la hora de mejorar la performance de los organismos de emergencia y de los equipos de reacción rápida de las propias empresas forestales, que operan como primera línea de protección de las localidades aisladas.
Es este tipo de tecnología la que marca la diferencia en momentos críticos, agiliza las labores de las unidades en terreno, ofrece cobertura extendida e interoperabilidad con otros sistemas de comunicación y optimiza la eficiencia de las operaciones conjuntas.
Mientras avanzamos en esa línea, no podemos perder de vista que, este año, enfrentaremos una temporada que se prevé durísima, con proyecciones que hablan de entre 80.000 y 120.000 hectáreas afectadas. Y que en el 99% de los casos, se tratará de negligencias de las propias personas.