Por Mariela López Medrano
Periodista
Curiosamente, estigmatizar, según la Real Academia Española de la Lengua es marcar a uno con hierro candente, afrentar, infamar. Seguramente esto es lo que significa para las personas que sufren de depresión.
Pareciera que las marcaran para siempre con un estigma difícil de sobrellevar. Porque la soledad y el silencio son muy malas compañías, son nocivas formas de enfrentar la depresión. Pareciera que lo único que queda es el psiquiatra y el psicólogo, porque no se le puede decir a cualquier persona que se sufre de depresión aguda, depresión bipolar o esquizofrenia. Es el secreto mejor guardado de aquellos que experimentan una patología.
Muy distinto es lo que ocurre con otras enfermedades, que son simples a la vista de los demás. Por ejemplo, si alguien padece diabetes, puede contar los remedios que toma, que le causan efectos secundarios y lo conversa en una reunión social, con cualquier persona, incluso con alguien que va en la micro. Los depresivos no, están estigmatizados.
La soledad es pésima compañía en estos casos, solo hace ir al fondo. Y como históricamente la depresión tiene este velo de ser un tema tabú, la ignorancia ha ido creciendo como una enredadera, tapando el poco conocimiento que se tiene al respecto. Entorpeciendo la ayuda que podría dar la familia, amigos y la comprensión de los compañeros de trabajo.
Está demostrado que muchos callan en silencio, muy callados y las definiciones se pierden, tornando aún más angustiante la percepción de la enfermedad. El lenguaje crea realidad, le da sentido a las emociones. Sin ir más lejos, en el Periodismo esto se hace notorio al momento de informar; se patenta un hecho como verídico y existente. Si a la depresión la escondemos, creamos esta sensación de no validar al otro como un ser con necesidades y sentimientos.
Ojalá algún día, la depresión sea mirada como una enfermedad como cualquier otra y los depresivos puedan sacarse el parche de la boca.