Por Carla Fica Chueca
Presidenta Corporación Mujeres Líderes para Chile
Hoy conmemoramos y salimos a las calles buscando la reivindicación de los plenos derechos sociales, políticos, reproductivos, económicos y simbólicos de las miles de mujeres que día a día dan cara a las desigualdades sociales, que fueron y son perpetradas por las políticas de los gobiernos que en los últimos 30 años han hecho dos representaciones de lo femenino: o éramos víctimas que de alguna forma pedíamos al Estado protección y seguridad, o éramos madres-trabajadoras que buscábamos en el Estado la posibilidad de la integración subordinada en el mercado laboral y la prestación de algunos servicios que ni siquiera eran garantizados por el mismo. Esa doble posición delineaba con mucha fuerza el lugar de víctima, que era el único lugar autorizado desde el cual se nos permitía salir a decir algo.
Mientras el escenario del 2020 se iba complejizando en temas de salud y seguridad social por el COVID-19, nacía como una de las mayores recomendaciones el confinamiento, medida que representa un privilegio para unos pocos, al no repercutir en todas las personas por igual. Este encierro es una situación propicia para exponer a mujeres y disidencias a distintos niveles de violencia de género y discriminación, puesto que se ven forzadas a compartir con sus agresores.
En no más de 3 meses del 2021, ya son 10 las mujeres asesinadas a manos de un hombre, según datos de la Red Chilena contra la violencia hacia las mujeres, y 24 femicidios frustrados, según Sernameg, en lo que va del año. Estos no son hechos aislados. Se llama patriarcado lo que viven día a día miles de mujeres que, en el resguardo de su propio hogar, son violentadas, asesinadas y desaparecidas. Porque una mujer no desaparece, existe alguien que la hace desaparecer en un pozo, en un auto o sitio eriazo, o bien son abandonadas sin vida en su propio hogar. Pero ¿quién busca justicia por ellas?, ¿quién procura que no queden sólo en una cifra dolorosa o solo en la memoria de sus cercanos?
Llegamos a un nuevo 8M cargado de dolor y violencia por el asesinato de Ámbar Cornejo, María Isabel Pavez, nuevos antecedentes del caso Antonia Barra, y hace algunos días el asesinato de Damaris Meliñir. Cuántos casos más deben existir para que la justicia saque la venda de sus ojos y proteja, contenga y resguarde a quienes son violentadas.
El llamado a la autoridad es a hacerse cargo y tener desde lo jurídico y político leyes ejemplares que marquen un precedente en cuanto a sentencias y prisiones efectivas, sin beneficios, sin indultos, sin fallos a favor del victimario. También es un llamado a nosotras mismas a responder en bloque, a no hacernos las ciegas, sordas o mudas frente a un acto de violencia o discriminación hacia una mujer, somos nosotras mismas las que debemos levantar la voz por aquellas que hoy no pueden.