A muchos sorprendió el día en que Elisa Loncón saludó en Mapudungun a los presentes en la primera sesión de la Convención Constitucional. Este hito simbolizó un fenómeno social que tiene que ver con la forma de hablar de los chilenos, el cual ha cambiado desde el estallido social a la fecha.
Así lo advierte Juan Pablo Reyes, doctor en Lingüística de la Universidad de Playa Ancha (UPLA), quien compara lo ocurrido en octubre del 2019 con la Torre de Babel en varios puntos.
“Antes del estallido nos regíamos por una Constitución que tenía una sola lengua, una sola voz monolingüe, androcéntrica y que, al igual que en la destrucción de la torre bíblica, fue la soberbia de sus gobernantes lo que provocó la rebelión y surgieron esas voces invisibilizadas, las voces rurales, locales, territoriales, de los jóvenes y de los adultos, de mujeres y de la diversidad sexual, las lenguas indígenas que rebrotaron con fuerza, pidiendo plurinacionalidad y plurilingüismo y, al igual que después de la torre de babel, los pueblos y sus diversas lenguas se hacen presente en la Convención Constituyente”, dice el especialista.
Agrega que la lingüística dialectológica, la socio y etnoligüística ven con el mayor interés los efectos que en el habla de Chile pueda tener esta nueva etapa histórica que es simbolizada por el órgano político que se constituyó el 4 de julio pasado.
El académico UPLA subraya que en esta obra arquitectónica y de ingeniería discursiva oral y escrita, se articulan distintos tipos de géneros y tipos de textos administrativo-jurídicos, registros o niveles de formalidad y estilos, así como actos de hablas y, por supuesto, la utilización paulatina de las lenguas originarias.
Explica que cuando hay tan diverso número de personas de distintas territorios, condiciones socioculturales y etarias, se produce una koiné (interface) o efecto campanario de buscar elementos comunes entre lenguas y formas de hablar distintas. Su resultado es una lengua franca, que permite avanzar desde una base compartida. Asegura que a partir de este fenómeno se fragua, se construye un nuevo dialecto, con más interculturalidad de voces de pueblos originarios, con énfasis en mapuchismos, quechuismos, voces provinciales, más locales. Se trata de formas de hablar que reflejan las condiciones territoriales, “la voz de las regiones”, de las periferias, de los bordes que por muy lejanos e inaccesibles que sean, tienen su toponimia, y con ella su identidad.
“En las sesiones de la convención constituyente se puede escuchar que lo que se discute son temas fundamentalmente lingüísticos, porque están en la etapa del nombrar y significar. Es decir, convencionalizar, llegar a acuerdo, concordar respecto de la definición de palabras que representan conceptos trascendentales que, a su vez, explican normas de interacción y cómo interpretar. En este sentido, no es exagerado decir que la gran figura de la convención constituyente es el lenguaje y no hay que dejarse dominar por él”, sostiene el Dr. Reyes.
Distintos actos del habla
Concluye que el uso de la palabra (ya sea breve o extensa en el tiempo), implica muchos elementos que expresan lo que pensamos y sentimos respecto de la realidad, por ejemplo, el tono, el acento o la forma, cuestión que se expresa tanto en la oralidad como en la escrituralidad, tanto en los medios de comunicación como en las redes sociales. Así -dice el especialista- hay una variedad de registros, estilos y grados de formalidades cada vez que hacemos uso de la palabra: más familiar, coloquial, más conversacional o más formales, jerárquicos o, protocolares, un amplio abanico de opciones de expresión que, por cierto, ya hemos visto en la Convención Constituyente, que está en pleno proceso de instalación.