Por Alejandra Aspe Pizarro
Jefa de carrera Derecho
UST Viña del Mar
El 21 de mayo de cada año se conmemora en nuestro país el Día de las Glorias Navales. En él, recordamos el Combate Naval de Iquique y el combate de Punta Gruesa. El Combate Naval de Iquique, hito histórico que aconteció el 21 de mayo de 1879, estuvo marcado por la heroica hazaña del Capitán Agustín Arturo Prat Chacón, quien al mando de la pequeña fragata “La Esmeralda” enfrentó al monitor peruano “Huáscar” –acorazado blindado que superaba en tamaño a la nave chilena–, convirtiéndose con su sacrificio en un héroe nacional, símbolo de coraje, patriotismo y entrega.
En conjunto a esta importante efeméride nacional, se conmemora el Día Nacional del Abogado, precisamente en honor al joven capitán Prat, quien además de tener una destacada y extensa carrera naval, profesó la abogacía como su segunda vocación.
La profesión de abogado, una de las más antiguas existentes, no se limita únicamente a la defensa y representación judicial de intereses, y jamás debiese entenderse de dicha forma, especialmente por los futuros profesionales que se inician en el estudio del vasto mundo del derecho. Ser abogado es buscar lo justo para cada quien corresponda, orientar al que no tiene respuestas, guiar al que ha perdido el camino, razonar cuando no se escuchan razones, ser la voz de aquel que no la tiene, dialogar cuando la palabra se ha perdido, investigar cuando la fuente más inmediata de información es una red social, amar la justicia y la verdad, porque ambas son el camino hacia una sociedad en la que todos sus integrantes podrán obtener la mayor realización espiritual y material posible.
Sin embargo, ser abogado en los tiempos actuales representa el empleo de un especial esfuerzo y convicción por encarnar aquellas virtudes que envuelven a nuestra profesión. Lamentablemente vemos con estupor la reiteración de patrones de comportamiento humano disruptivo, que atentan contra aquellos bienes que resultan ser primordiales para toda sociedad. Una clara masificación de la agresividad y la violencia, de la intolerancia, de la falta de reconocimiento de que la libertad propia termina donde comienza la libertad del otro y un reiterativo discurso de los “derechos” olvidando por completo los deberes que todos y cada uno de nosotros debe cumplir, en orden a mantener una convivencia sana y pacífica.
En este 21 de mayo, en que recordamos el heroísmo del Capitán Arturo Prat –y de tantos otros compatriotas que dieron su vida por Chile–, perpetuemos además como profesionales del Derecho la inconmensurable rectitud y sentido del deber y la justicia que profesó Prat durante su vida. Observemos siempre la probidad, independencia y honor en el ejercicio del Derecho, de tal manera que –como señalaba el maestro Couture– “el día en que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor para ti proponerle que se haga abogado”.