Por Annabella Arredondo Paz
Epidemióloga y Coordinadora Académica del Instituto de Salud Pública
Universidad Andrés Bello, Sede Viña del Mar.
Aunque la tendencia mundial del VIH va a la baja, en América Latina las nuevas infecciones de VIH siguen su incremento. En los últimos diez años, los casos en la región han subido un 5 % hasta alcanzar 2,2 millones de personas diagnosticadas en el período , según el último informe anual de la Agencia de las Naciones Unidas para la lucha contra el VIH, Onusida.
El pasado 2 de agosto finalizó en Montreal la conferencia mundial “AIDS 2022”, que, a diferencia de otros eventos científicos, convoca no sólo a científico/as, sino a instituciones con trabajo en SIDA y en particular a organizaciones de la sociedad civil.
Es un evento no sólo científico, sino con un fuerte componente de políticas de salud. En este espacio se mostraron avances científicos; la incorporación de instrumentos farmacológicos en la prevención de la infección por VIH, tales como la profilaxis preexposición y la profilaxis post exposición y el auto testeo, que constituye un avance relevante para el diagnóstico precoz y oportuno.
En Chile, las cifras desde el 2011 han experimentado un paulatino aumento.
El 2019 se confirmaron 6.720 casos y 4.446 durante el 2020. No obstante, se debe considerar que ese año, debido a la pandemia, se redujeron los exámenes y, por ende, las confirmaciones.
Históricamente los hombres han sido más diagnosticados en nuestro país. De los casos confirmados el 2020, el 83,3 % son hombres. Respecto a las edades, para el período 2010–2018, el grupo de 20 a 29 años es el que tiene las tasas más elevadas de casos por 100 mil habitantes. El grupo de 30 a 39 años es el que muestra el incremento más acelerado en el período, por lo que, entre los 20 y 39 años, se concentra el 72,9 % del total de los nuevos casos confirmados.
La prevención del VIH ha significado un desafío permanente no sólo en la región, pues es un fenómeno muy dinámico, que se asocia a los contextos culturales de las nuevas generaciones que van ingresando como objetivo de la prevención.
Sin duda alguna, se requiere el trabajo en prevención, que nunca se ha dejado de hacer tanto desde el sistema de salud como desde las organizaciones con trabajo en VIH/SIDA. Uno de sus componentes, el más visible, son las campañas comunicacionales, cuyo rol en la prevención consiste fundamentalmente en generar un clima social proclive a promover la conversación sobre el tema en distintos espacios, y desde ahí avanzar con los demás instrumentos disponibles para la prevención y así mantener a las personas sanas.
Uno de los componentes más relevantes de la prevención es la focalizada a grupos poblacionales específicos, como serían los y las jóvenes y las minorías sexuales. En nuestro país hay un tejido social muy rico al respecto, en que las organizaciones comunitarias efectúan un trabajo muy importante en la prevención, que es específico para cada tipo de comunidad.
A la pregunta de por qué esta región está rezagada en la lucha contra el VIH, las respuestas son muchas y complejas, pero hay una que le parece particularmente importante a la ONU: El estigma, la discriminación y en su versión más violenta, los crímenes de odio, que desgraciadamente están presentes en nuestro país.
Disponemos de legislación antidiscriminación, como la Ley SIDA o la Ley Zamudio, por ejemplo, pero son insuficientes. Es un tema complejo, para cuyo enfrentamiento se requiere un trabajo intersectorial, que vaya asociado con el de las organizaciones comunitarias que trabajan con las poblaciones más vulnerabilizadas.