Silvio Becerra Fuica, Profesor de Filosofía.
Con fecha 20 de julio de 2023, se llevó a efecto en dependencias de la Universidad de Valparaíso (UV) el lanzamiento del nuevo libro “Justicia”, de Agustín Squella, por parte del sello editorial UV, actividad que contó con una nutrida asistencia que abarrotó la Sala Rubén Darío de la Dirección de Extensión UV, publicación que ha concitado un gran interés en los lectores y seguidores de este importante autor nacional.Esta es la octava publicación de Squella, la que fue antecedida por siete títulos que abordaron conceptos claves en el contexto de las relaciones y convivencia social; como son los de «libertad», «igualdad», «fraternidad», «democracia», «desobediencia», «derechos humanos» y «dignidad».
Agustín Squella Narduci, Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales de Chile (2009), es una persona y profesional de larga trayectoria en nuestro país, del cual podemos decir, que nació en Santiago en 1944, trasladándose prontamente, el mismo año a la región de Valparaíso, donde desarrolló su vida de estudio y trabajo hasta el día de hoy. Juró como Abogado el 23 de julio de 1973, doctorándose en Derecho en la Universidad Complutense de Madrid, España, en 1975, obteniendo el Premio del Instituto de Cultura Hispánica a la mejor tesis doctoral de 1975. Forma parte de numerosos consejos de publicaciones científicas en Chile y en el Extranjero. Columnista del desaparecido Diario La Unión de Valparaíso, El Mercurio de Valparaíso, El Mercurio de Santiago, The Clinic y El Mostrador.
Es además un reconocido abogado y académico, que se desempeñó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Valparaíso, de la cual fue su rector por dos períodos, entre 1990 y 1998. También realizó actividades académicas en las Facultades de Derecho de la Universidad de Chile, de la Universidad Adolfo Ibáñez (1990) y de la Universidad Diego Portales, donde formó parte del Consejo Directivo Superior.
Los presentadores del libro fueron Lucía Santa Cruz, miembro de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales, y el ex presidente de la Cámara de Diputadas y Diputados, Vlado Mirosevic, moderando Arantxa Martínez, editora del sello UV. Ambos presentadores hicieron gala de sus conocimientos y experiencias personales al referirse a la obra de Agustín Squella, la que destacaron y valoraron como un legado y plataforma de conocimientos para las generaciones venideras, pues los conceptos de que que habla Squella se componen de elementos de vasta universalidad, lo que asegura su permanencia en el tiempo.
Este libro como se esperaba, es parte de una gran reflexión, comprometida con un modo de vida -el de Agustín Squella- cimentada en los valores fundamentales de las personas en particular y de la sociedad en general, los que de algún modo, ya fueron desmenuzados con prolijidad en los siete títulos ya publicados con anterioridad, que nos hablan de libertad, fraternidad, democracia, derechos humanos y otros más; los que si nos fijamos bien, están férreamente conectados -lo que no podría ser de otra manera- con el concepto de justicia, que se convierte en una especie de principio rector, en el mejor de los sentidos, que pretende, si es que los hombres así lo permiten, ir tras la búsqueda, de condiciones dignas de vida para todos, de tal modo que vivir en condiciones de igualdad ante la ley y la aplicación de justicia en esos términos, no sea una permanente utopía, como ha sido por los siglos de los siglos.
Cada uno de los conceptos mencionados anteriormente son parte de una misma realidad -la del ser humano- que como tal suele ser disonante, llegado el momento en que estos deberían aunar esfuerzos para alcanzar propósitos comunes.
La Justicia es una palabra o concepto de gran abstracción, la que desde tiempos ancestrales, ha formado parte del desarrollo del ser humano, la que encuentra su razón de ser haciéndose carne en este; sin el cual pierde todo sentido, ya que sólo podemos hablar de justicia respecto del hombre, y de la relación de este con los demás hombres; relación que no siempre es grata pues muchas veces, lo que es justo para uno, para el otro no lo es, produciéndose problemáticos desencuentros y desacuerdos que para seguir en convivencia, deben ser zanjados. Es el momento en que se origina la ley, como la instancia que por ser aceptada por todos termina siendo la mejor carta, para ir solucionando las diferencias teniendo como referencia el bien común, o sea, lo que conviene a todos, en términos de la aplicación de una justicia basada en una ley, lo que en sus orígenes, ya entrega rudimentos de la democracia, la que desde la Grecia clásica, hasta el día de hoy ha tenido innumerables altibajos, con avances y retrocesos; pero que aún así, sigue siendo la forma de gobierno más aceptada por los diferentes países del mundo, pues es el único contexto en que se puede acoger los conceptos de libertad, igualdad, fraternidad, derechos humanos y dignidad.
Por tanto, proponerse hablar de “la justicia,” en coherencia con lo que ha sido la administración histórica de ésta, es sin duda una meta difícil de alcanzar para muchos, los que a pesar de ello, parafraseando al mejor de los sofistas hablan con sorprendente fluidez, asumiendo un aire de gran entendimiento acerca de la justicia, en una especie de logos adormecedor al que nos tienen acostumbrados algunos políticos y creadores de corrientes de opinión. Sin embargo, si adoptamos una posición rigurosa y de análisis reflexivo de todo lo que estos pseudo-conocedores de la justicia declaman sobre ella, estaremos en condición de darnos cuenta, de que el vaso de agua que nos ofrecen, al decantar en sus elementos, deja ante nuestros ojos un agua de la peor calidad, que se manifiesta en el fondo del vaso, como lo que es, una gran capa de pernicioso sarro, que hablando metafóricamente, no es más ni menos que el sarro de los “intereses” de algunos grupos que todo lo trastocan, buscando sin transar beneficios para sí mismos, que terminan, como ha sido siempre en nuestro país, con la más profunda de las desigualdades e injusticias para todos aquellos que no son parte de dichos grupos de poder, los que al parecer están condenados a seguir bebiendo de esta mala agua.
Finalmente, el ánimo de escribir esta columna tiene como fin, hacer un merecido reconocimiento a Agustín Squella por una trayectoria de excelencia en los diferentes ámbitos en que se ha desempeñado, en los que más allá de los beneficios en lo personal, como se trasunta en sus “haceres;” destaca por su tenacidad y permanente lucha por el bienestar en general de sus pares humanos -defensa por los derechos humanos,- para lo cual, como es su estilo, ha usado para ello las armas proporcionadas por su poderosa pluma y su emblemático verbo, lo que según mi opinión lo convierte en una de las pocas personas más indicadas para hablar y reflexionar sobre lo que sea la justicia.