Las tasas de suicidio están en aumento en América Latina y se han convertido en un problema de salud pública. En el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, la psicóloga Andrea Godoy aborda la situación en Chile, las señales de advertencia a tener en cuenta y cómo se manejan los casos de riesgo.
Según la Organización Panamericana de Salud (OPS), cada año más de 700.000 personas se quitan la vida en Latinoamérica, lo que corresponde a una muerte cada 40 segundos. Chile, a su vez, es el sexto país de América Latina y el Caribe con mayor tasa de suicidios, con nueve por cada 100.000 habitantes, siendo que el promedio de la región es 6,2, según cifras del Banco Mundial.
“Estos números reflejan el aumento en las tasas de suicidio que hemos visto en nuestro país. Se ha vuelto un tema de salud pública y social, por lo que es clave informar y concientizar, haciendo un llamado a la acción para prevenir a tiempo”, indica Andrea Godoy, psicóloga de Clínica Bupa Santiago en el marco del Día Mundial de la Prevención del Suicidio, que se conmemora el 10 de septiembre.
Tal como indica la especialista, de acuerdo con el último Programa de Prevención del Suicidio del Ministerio de Salud, entre el 60 y 90% de las personas que se suicida tiene diagnóstico psiquiátrico, siendo las patologías más frecuentes la depresión, esquizofrenia, alcoholismo y adicciones. Respecto de la atención médica, Godoy advierte que el 75% de las mujeres ha consultado a un especialista previo al acto suicida, mientras que en el caso de los hombres este porcentaje disminuye al 50%.
Señales de alerta
En este contexto, la experta indica que, ante cuadros depresivos, es importante estar atentos a ciertas conductas, que podrían indicar un eventual riesgo de suicidio:
- Menos interacción social. Cambios en las rutinas y comportamientos con otros en actividades sociales.
- Aislamiento social. La persona se vuelve retraída, pierde el interés en instancias que antes disfrutaba, por tanto, se aísla.
- Abuso de sustancias. Este factor puede aumentar el comportamiento suicida con uso y abuso excesivo de drogas o alcohol.
- Tristeza profunda. Demostración de desesperanza constante.
- Patologías de salud mental. Cursar alguna patología en salud mental, depresión profunda, trastorno de personalidad descompensado.
- Alimentación y sueño. Cambios de patrones a la hora de comer (menor o mayor apetito) y alteraciones al dormir.
- Descuido personal. Cambios en el cuidado de la higiene personal y apariencia.
- Falta de energía. Sensación de fatiga abrumadora
- Agitación. Signos de irritabilidad en la personalidad.
“Es importante estar atentos a estos cambios, sobre todo ahora, que en el hemisferio sur estamos entrando a la primavera, estación que para muchos puede ser motivo de alegría, pero que para otros es lo contrario. Hay personas que experimentan ansiedad, mayor presión y angustia ante la mayor exposición a la luz del sol”, sostiene la psicóloga de Clínica Bupa Santiago.
El rol de la familia
Andrea Godoy indica que el abordaje para atender los casos en los que hay riesgo de suicidio exige una evaluación exhaustiva con un profesional experto en salud mental, en la que se conozca la historia de la persona, sus antecedentes y circunstancias actuales. “Es importante brindar seguridad al paciente, indicar un tratamiento farmacológico adecuado y tener terapia con acompañamiento psicológico”, añade.
En este proceso, la familia tiene un rol de prevención relevante, para acompañar, sostener y salvar vidas. Los familiares pueden involucrarse desde la comprensión, estar atento a señales de cambio en la persona o bien recurrir a un espacio de salud mental para una intervención temprana.
“En este Día Mundial para la Prevención del Suicidio, me gustaría decirles a las personas que se sienten abrumadas o están pasando por un momento muy difícil que no están solas. Hay esperanza y ayuda disponible. Es normal sentirse triste y desesperado, pero es crucial recordar que el dolor y las dificultades no durarán para siempre”, dice Andrea Godoy.