El debate presidencial de anoche no fue uno más dentro de la campaña. Fue, probablemente, el momento más claro en que el país pudo contrastar dos modelos de desarrollo que hoy disputan nuestro futuro inmediato: uno que apuesta por la cohesión social, la estabilidad y el respeto democrático —encarnado por Jeannette Jara—, y otro que insiste en una lógica de confrontación, exclusión y retrocesos en derechos fundamentales, como representa José Antonio Kast.
Desde mi experiencia en el Congreso, donde diariamente enfrentamos la complejidad de legislar con responsabilidad y de construir acuerdos en un país diverso, lo visto ayer deja lecciones nítidas. Jeannette Jara mostró dominio de cifras, claridad de prioridades y una convicción férrea en que Chile necesita reformas realistas, implementables y sostenidas en una gobernabilidad amplia. Explicó con serenidad cómo avanzar en seguridad, crecimiento y protección social no son caminos opuestos, sino pilares que se fortalecen mutuamente cuando el Estado actúa con seriedad, instituciones fuertes y políticas públicas bien diseñadas.
Kast, en cambio, optó por un tono que ya conocemos: respuestas simples para problemas complejos, promesas que no resisten contraste técnico y un discurso que instala un clima de división más que de soluciones. La ciudadanía merece seguridad, sin duda, pero una seguridad basada en evidencia, coordinación y fortalecimiento institucional. No en slogans ni en medidas que, lejos de resolver, profundizan tensiones y debilitan la convivencia.
El desempeño de Jara fue especialmente sólido al clarificar su programa para un eventual gobierno: más nítido, más realista y mejor adaptado al momento que vive el país. Destacó un enfoque integral en seguridad, una estrategia económica responsable y un compromiso con la estabilidad democrática. Esa es la clase de liderazgo que Chile necesita: firme, competente y capaz de generar acuerdos transversales sin renunciar a sus principios.
Como diputado del Distrito 7, que conoce de cerca las urgencias de nuestras comunas —la necesidad de empleo, el combate al crimen organizado, el fortalecimiento de la educación pública, el cuidado del agua y el desarrollo portuario sostenible—, valoro especialmente que Jara haya puesto el acento en gobernabilidad. Sin gobernabilidad no hay empleo, no hay inversión, no hay seguridad. Sin gobernabilidad, el país se paraliza.
El debate de ayer dejó claro algo fundamental: esta elección no es simplemente una disputa entre dos nombres. Es una decisión sobre la forma en que queremos enfrentar el futuro. Un camino de estabilidad, diálogo y modernización del Estado —o uno de incertidumbre, retrocesos y polarización.
Jeannette Jara habló con la serenidad de quien entiende al Estado, con la fuerza de quien defiende derechos y con la responsabilidad de quien sabe que los próximos cuatro años pueden definir una generación completa. Y por eso, más allá de simpatías políticas, su desempeño en el debate representa la opción más seria y más preparada para conducir Chile en tiempos desafiantes.
El país necesita certezas, no aventuras. Necesita acuerdos, no trincheras. Necesita propuestas, no consignas.
Lo que vimos anoche confirma que la única candidatura capaz de ofrecer ese camino es la de Jeannette Jara.
Arturo Barrios Oteiza,
Diputado Distrito 7, Región de Valparaíso



















