Por Gonzalo Gajardo Vistoso
Director Fundación Senderos Culturales
Durante febrero de 2021, se llevó a cabo la primera expedición Geo Histórica – guiada por expertos arrieros – a la cordillera de Putaendo , destinada a documentar, registrar y georreferenciar, la ruta seguida por la principal columna del Ejército de Los Andes, encabezada por los generales San Martín y O’Higgins en 1817. Hecho decisivo en la gesta emancipatoria.
El historiador putaendino Mauricio Quiroz, realizó una labor de análisis de fuentes documentales (bitácoras militares y partes de guerra suscritos por los principales comandantes), que arrojó luces respecto de los principales hitos geográficos que configuran el real trazado de la principal columna.
Dicho trazado va desde el paso Las Llaretas, en el límite con la Argentina hasta la localidad de Putaendo, siguiendo diversas cumbres y cajones de esteros, principalmente el estero Chalaco, tributario del río Putaendo.
El trazado de la ruta seguida por el ejército es coincidente con antiguas huellas de los caravaneros precolombinos, así como con antiguos ramales del Camino del Inca. Los “tambillos” – antiguos refugios construidos en pirca – aún son utilizados por arrieros y crianceros de la zona, exponentes de una tradición de montaña que se remonta a los albores del período colonial.
La ruta seguida por las huestes republicanas es coincidente también con el antiguo camino continental de Los Andes, sistema de rutas en la cordillera del Chile central, que unía la cuenca del Atlántico con la del Pacífico, antes de la expansión de la navegación comercial hacia el Oeste en el siglo XIX.
En la cordillera de Putaendo – en la banda que va de los 3000 a los 4000 metros – se entretejen aún los elementos de paisaje, que dieron vida a la cosmovisión andina precolombina y a la cultura trashumante de la colonia. Los cóndores señorean, como si se tratara de seres sobrenaturales, en el techo del mundo. Los guanacos trepan escurridizos los faldeos pedregosos. Las vertientes, a pesar de los estragos del cambio climático, aún afloran en las vegas cubiertas de Llaretas y vegetación achaparrada. Los glaciares blancos y de roca aún se descuelgan por intrincados laberintos para escurrir como agua cristalina rio abajo. Las ráfagas de viento, los truenos y relámpagos de la tempestad y la tormenta repentina aún estremecen – hoy como ayer – el cuerpo de arrieros, andinistas y caminantes.
Los farellones, las rocas basálticas esculpidas por la erosión y la tectónica, los picos escarpados, las cumbres cubiertas de nieves eternas tornasoladas por la atmósfera cambiante, aún estremecen el alma tal como lo hicieran con los naturalistas – exploradores e ilustradores – del romanticismo de comienzos del siglo XIX.
A estas huellas humanas de toda edad, a estas tramas paisajísticas, a esta concatenación espacio – temporal de miradas y sentires, a estos hábitats naturales simbólicos entretejidos, UNESCO les llama itinerarios culturales .
La ruta seguida por el Ejército de Los Andes – con sus hitos geográficos coincidentes – constituye una traza y un bien cultural que ilumina un denso itinerario situado en la cordillera de Putaendo. En consecuencia debe ser protegida, salvaguardada, gestionada y puesto en valor como un patrimonio cultural y un monumento natural e histórico .
Las cordilleras de los diversos valles de Chile merecen protección y cuidado ambiental y patrimonial. Son fuente de vida concentrada en su corteza dura. Los valles, nuestras propias vidas dependen de su dinámica. Pero además, son fuente de tradición, memoria, experiencia y cultura en las sociedades locales emplazadas aguas abajo.
En la medida que se construía, las más de las veces a la fuerza tras las guerras de independencia, el continente del estado – nación y la identidad nacional durante la primera mitad del siglo XIX, emergía también un imaginario geográfico cordillerano cifrado en la idea de un desierto y una atalaya que separa brutalmente “nosotros” republicano oficial – oficioso del resto del mundo… una identidad vigilada por una “majestuosa y blanca montaña que nos dio por baluarte el señor”.
Lo cierto es que las contradicciones globales no hacen comprender hoy a la montaña como un ente espacial poroso, colmado de flujos vitales, sometido a complejas amenazas que urge enfrentar con decisión si queremos seguir concibiendo la vida en los valles tal y como la conocemos. Urge redescubrir su naturaleza material y simbólica, urge re – imaginarla (así como al mar que nos promete el futuro esplendor).
La desertización simbólica ha sido la base ideológica del actual saqueo (de mares y cerros). Urge reconocer los valores patrimoniales – naturales y culturales – que cimenten la protección y salvaguardia que la sociedad chilena le debe a sus territorios y geografías de montaña.
En el marco del proceso de cambio constitucional que vivimos, es menester re – imaginar también los “confines” que estructuran geo históricamente la territorialidad de nuestra sociedad; esta vez bajo el paradigma de la complejidad y la interdependencia ecológica. Los bordes ya no son fronteras, ya no son abismos; son hoy espacios de interacción y lugares de apego y vida.
(Foto: Putaendo.cl).