Por Andrea Sarmiento
Académica de la carrera de Psicología UDLA Sede Viña del Mar
Nadie dijo que sería fácil vivir en comunidad. Para muchos, vivir la cuarentena con sus hijos en un edificio o condominio se ha vuelto un desafío a diario. Enfrentar el encierro y sus limitantes ha puesto a prueba a muchos padres para sobrellevar la difícil tarea de la crianza.
Restringir el acceso a espacios comunes, como salas de eventos, zona de juegos, piscinas, gimnasios, entre otros, ha sido una de las medidas que muchos edificios y comunidades han adoptado como parte de sus protocolos de prevención. Si a esto sumamos que no hay acceso a plazas o espacios públicos para jugar, nuestros niños han sido los más afectados en su desarrollo tanto físico- motor, cognitivo y socioemocional.
Sobrellevar el encierro ha significado para muchas familias generar nuevas rutinas de convivencia al interior de sus hogares, así como utilizar al máximo los espacios de las viviendas para permitir satisfacer las necesidades de juego y movimiento que presentan los niños. Haciendo uso de la creatividad, hoy muchos padres permiten que sus hijos jueguen y realicen alguna actividad física en sus hogares, lo que a veces se convierte en ruidos molestos, generando dificultades en la convivencia con los vecinos.
La capacidad de adaptación que tenemos como seres humanos nos permitirá seguir cuidando, protegiendo y educando a nuestros hijos en busca de un desarrollo sano. Para esto, necesitamos del apoyo de nuestras comunidades, de nuestros vecinos. La tolerancia y empatía hoy son fundamentales, ya que nos permitirán establecer relaciones saludables y sentirnos parte de una comunidad, que se vuelve una red de apoyo en la crianza de muchos niños que necesitan crecer sintiéndose seguros y queridos, y que son respetados y cuidados por una comunidad que reconoce el valor del bienestar socioemocional.