Por Mariela López Medrano
Periodista
Es más común de lo que creemos, pero muchas personas asisten al médico, pensando que tienen cierto tipo de dolencia, pero en realidad el diagnóstico es algún tipo de depresión. Esto repercute en la tardanza del tratamiento y en las consecuencias que puede traer no hacerse cargo de una patología grave.
La OMS determina que hay más de 300 millones de personas en el mundo con depresión. Desgraciadamente más de la mitad de los afectados no recibe tratamiento, y en algunos países esta cifra alcanza el 90%. Esto se debe a la falta de recursos, la escasez de personal adecuado, a la estigmatización de los trastornos mentales y a la inexactitud de los diagnósticos.
Dentro de este fenómeno resalta lo indicado por el Ministerio de Salud, donde un 75 % de las personas que sufren depresión, consulta al médico general, sea en la atención primaria o a los distintos especialistas. Sin embargo, las formas “encubiertas” por síntomas físicos, generan consultas médicas repetidas, exámenes, tratamientos e interconsultas no resolutivas, elevando los costos de la atención médica y retrasando el inicio de un tratamiento eficaz.
Un dolor en el pecho, la respiración agitada o la sensación de ahogo, pueden ser síntomas de una depresión o de sintomatología que requiera ayuda urgente. Pero cuando el sistema de salud está colapsado y las derivaciones son lentas, repercute en un diagnóstico tardío o en el peor de los casos se eternizan estos síntomas y no se tratan.
El GES garantiza atención gratuita para la depresión en mayores de 15 años, sin embargo, habría que poner acento en el diagnóstico precoz, tanto por la seguridad y bienestar del paciente. La detección temprana puede significar un salto cualitativo en el tratamiento de la depresión.