Dr. Jorge Astudillo Muñoz, académico de la Facultad de Derecho, Universidad Andrés Bello Sede Viña del Mar.
Que Chile se encuentra sumido en un complejo momento social, económico y político no es ningún misterio ni novedad. Diversas causas (de las que no daremos cuenta en este espacio) han contribuido a la creación de este escenario. Problemas graves como son la crisis de seguridad que vive el país, la incapacidad de la clase política para afrontar una migración descontrolada, una preocupante contracción económica y una elevada inflación que afecta a las personas más modestas y a la clase media, etc., requieren que aquellos individuos que integran los distintos órganos del Estado entreguen todas sus energías, competencias y experiencias para abordar estas problemáticas y cumplir con la misión que les ha sido encargada por la Constitución y las leyes.
Sin embargo, con un cierto grado de decepción, indignación, resignación y afortunadamente, aún de sorpresa (en algunos casos), nos vamos enterando como muchas funciones públicas son ejercidas de manera deficiente, muchas veces en forma negligente y lo que es peor en forma corrupta. El desempeño estrafalario de algunos convencionales en el proceso constitucional anterior, donde se desperdició una gran cantidad de recursos y los caprichos ideológicos pesaron más que el bien superior de Chile, alcaldes que han utilizado la plataforma municipal para enriquecerse, autoridades que acomodan a sus parientes y amigos en cargos públicos y, hace unas pocas horas, tres funcionarios de la Armada envueltos en un grave delito de homicidio, terminando con la vida de una persona (y de paso enlodando a la Institución), etc., son solo algunos de los innumerables casos que nos permiten comprobar que estamos viviendo un importante declive de la ética pública y funcionaria.
Por lo anterior, desde esta tribuna invito a mirar la figura de Arturo Prat Chacón no solo como un valiente marino que dio la vida por la patria, sino como un funcionario del Estado, abogado y ciudadano que siempre destacó por su honorabilidad y probidad en el ejercicio de cada función que le fue encargada. Son muchos los estudios que se han escrito sobre la figura de Arturo Prat, su heroísmo y el de sus hombres, por lo que seguramente resulta redundante volver a discurrir sobre lo mismo. Sin embargo, en esta breve columna me permito volver a destacar la vida y obra de Arturo Prat, no solo como héroe militar, sino como ciudadano y funcionario público.
Esperemos que todos quienes se desempeñan dentro del Estado, todos aquellos que ejercen cuotas de poder político, sean capaces de honrar la memoria y legado de Prat, pero no solo con desfiles, homenajes y discursos, sino con un comportamiento intachable, noble, esmerado y eficiente, con pleno respeto a la dignidad y derechos de las personas y poniendo siempre por delante el interés general por sobre cualquier interés privado.