Hace 50 años, la imagen de La Moneda en llamas y la noticia de la muerte de Salvador Allende, el primer socialista en llegar al poder por los votos y no por las armas, dieron la vuelta al mundo.
Ambas se convirtieron en íconos del quiebre de la democracia en Chile y el comienzo de un régimen militar que duró 17 años y dejó decenas de miles de víctimas, entre ellas casi 3.000 muertos y desaparecidos.
Pero el palacio presidencial chileno no fue el único blanco del feroz ataque aéreo perpetrado por las Fuerzas Armadas durante el golpe militar liderado por Augusto Pinochet.
Ese día, hubo otras embestidas que han sido menos difundidas. En una de ellas habría muerto incluso una niña de 11 años que, según su familia, fue impactada por un proyectil lanzado por un Hakwer Hunter.
Ataque a las radioemisoras
Operación Silencio
Así se llamaba la misión destinada a silenciar seis antenas radiales afines al gobierno de Salvador Allende, con el fin de aislar al mandatario en medio del golpe. A cargo de la operación estaba el exgeneral y comandante del Grupo 7, Mario López Tobar, conocido con el pseudónimo de «Libra».
Su primer objetivo era Radio Corporación, perteneciente al Partido Socialista, que ese día había alcanzado a transmitir los primeros mensajes en los que Allende alertaba de un levantamiento en su contra.
“Impactar a ese blanco con cohetes no guiados y aproximando a 450 nudos (830 kilómetros por hora) iba a ser una tarea difícil. Sin duda que lo era”, escribió López Tobar en “El 11 en la mira de un Hawker Hunter”, uno de los libros más reveladores sobre cómo fue la operación aérea ese día.
El texto -hoy descontinuado y difícil de encontrar- fue publicado en 1999, provocando interés de los medios de la época pues, por primera vez, un miembro de la Fuerza Aérea entregaba detalles inéditos de la misión. El comandante relata, por ejemplo, cómo debió disparar 16 cohetes Sura P-3 hasta lograr detener completamente las transmisiones.
Luego, repitió el tiro en contra de la antena de radio Recabarren, propiedad de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) de Chile, mientras que otros tres pilotos derribaron la señal de las otras radios partidarias a Allende, entre ellas, la Portales y la Sargento Candelaria.
La última que quedó al aire fue radio Magallanes. En medio del caos, su director, Guillermo Ravest Santis, recibió una llamada del propio Allende. “Necesito que me saquen al aire, inmediatamente, compañero”, le dijo.
Fue entonces cuando pronunció su último icónico discurso que dio vueltas al mundo. “¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores! Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición”, dijo Allende en una de sus frases más recordadas.
Después de esa transmisión, la señal de radio Magallanes también fue acallada. Adolfo Aldunate, quien vivía a unos cien metros de la antena de la emisora, le contó a BBC Mundo que ese día se despertó “con un estruendo”.
“Había un fuerte ruido producido por un avión que volaba por encima de mi cabeza y que le disparaba a algo que estaba muy cerca de mi casa. Era radio Magallanes”, señaló. Cuando intentó sintonizarla para saber qué estaba pasando, la señal ya se había perdido.
Los militares habían terminado con éxito su primera operación. A partir de ese momento, los chilenos sólo podrían escuchar las transmisiones de las Fuerzas Armadas.
La muerte de Jeannette
Ligada a la “Operación Silencio” hay una historia sobre la que penden muchas interrogantes: la muerte de Jeannette Fuentealba Rodríguez, una niña de 11 años que vivía en la población San Gregorio, a menos de dos kilómetros de la antena de radio Corporación, el primer blanco de López Tobar.
Según su familia, la pequeña murió debido a un proyectil lanzado por un Hawker Hunter que esa mañana del 11 de septiembre impactó en contra de su casa.
El periodista y documentalista Rodolfo Gárate estuvo 10 años investigando este caso -y los otros ataques aéreos del golpe militar- para el documental “Hawker Hunter, el ruido del silencio”, que fue estrenado este domingo 3 de septiembre y coproducido entre The Union Films, el canal cultural NTV y Televisión Nacional de Chile (TVN). Para él, su muerte ha sido «completamente invisibilizada».
El principal testigo del ataque es el hermano de Jeannette, Humberto Fuentealba, quien también resultó herido ese día, y en 2012 presentó una querella en contra de la Fuerza Aérea que dio pie a una investigación judicial.
«Yo estaba jugando con mi hermana arriba de la cama, saltando, cuando de repente sentí un sonido muy fuerte, explotó el techo, mi hermana voló, quedó tirada en el piso, boca abajo, con su enagua blanca llena de sangre», recuerda en conversación telefónica con BBC Mundo.
«Unos vecinos me tomaron, yo estaba lleno de esquirlas, mi cabeza sangraba, fue terrorífico», comentó. Luego del impacto, la niña fue trasladada al hospital y tres semanas después, el 3 de octubre de 1973, falleció. Su certificado de defunción decía que la causa de muerte era meningitis purulenta.
Sin embargo, en 2014, en medio de las investigaciones, el cadáver de Jeannette fue exhumado y en 2017 su causa de muerte cambió. “Existencia de un traumatismo perimortem raquimedular/torácico de alta energía”, consta el nuevo certificado.
“La exhumación da cuenta de la acción traumática y violenta que le genera la muerte a la niña”, explica Cristián Cruz, abogado de la familia Fuentealba. “Sin duda que aquí hubo un ocultamiento de las Fuerzas Armadas (…) un avión de guerra atacó la antena y, en ese ataque, uno de los proyectiles alcanzó la casa de Jeannete”, añade.
Rodolfo Gárate entrevistó a diversos testigos de la población San Gregorio para su documental. «Ellos dicen que ese día había aviones Hawker Hunter arriba de la población y que vieron y sintieron una explosión”, apunta.
Por su parte, López Tobar reconoce que, mientras sobrevolaba la antena, pudo «identificar a las personas y lo que estaban haciendo, pero con un gran deseo en mi mente de que esa gente se fuera de allí. Estaban lejos de la antena, pero me habría sentido mucho mejor si no hubiesen estado”, señala en su libro. Nunca menciona, sin embargo, que un proyectil se disparó en contra de la población.
La investigación sobre la muerte de Jeannette sigue en curso y aún no ha habido procesados. La Fuerza Aérea de Chile se ha negado a entregar información solicitada por la familia. El tribunal respondió a través de una declaración escrita que “la causa está en sumario con diligencias pendientes”.
El investigador Rodolfo Gárate explica que la importancia de este proceso es que, si se comprueba la responsabilidad del piloto del Hawker Hunter, «Jeannette se convertiría en la única víctima civil del ataque aéreo del 11 de septiembre, algo que la Fuerza Aérea siempre ha negado».
«Esta es una historia de personas humildes, sin militancia política, sin redes de contacto, que por 50 años han sufrido por un hecho que aún no tiene responsables directos», indica.
El hospital atacado «por error»
Otro de los objetivos del ataque aéreo del 11 de septiembre era la casa del presidente Salvador Allende, ubicada en la calle Tomás Moro, en la zona oriente de Santiago. La misión estaba encomendada a dos pilotos que, poco después de las 10 de la mañana, emprendieron vuelo en esa dirección.
Uno de los Hawker Hunter, sin embargo, no lanzó sus misiles sobre la residencia del mandatario, como estaba planeado, sino en contra del hospital de la misma Fuerza Aérea, ubicado a tres kilómetros de la calle Tomás Moro.
La información sobre este ataque es escasa y confusa, y no existe ningún registro fotográfico que sea público. Los periódicos de la época lo mencionaron, pero muy brevemente.
La versión más conocida es que los disparos sobre el hospital fueron un “error de precisión”; es decir, que el piloto se equivocó de objetivo.
Mario López Tobar plantea esa idea en su libro: “El avión 2 perdió de vista a su líder y, por lo tanto, no logró ubicar bien cuál era la casa de Tomás Moro, confundiéndola posteriormente con el Hospital de la Fuerza Aérea, que en esos años era muchísimo más pequeño que hoy”, escribe.
“Debido a ello, efectuó un primer lanzamiento de cuatro cohetes contra ese edificio, lo que afortunadamente llevó a cabo con muy poco ángulo, provocando que dos explotaran contra grandes árboles que entonces había frente al inmueble”, añade.
Una de las pocas testigos de este ataque es Sylvia Abarca, quien a sus 32 años se desempeñaba como auxiliar de enfermería en el hospital. «Estábamos despachando a los pacientes para sus casas cuando de repente explotó la bomba», comenta.
«Un oficial gritó: ‘¡se equivocó el weón!’. Ahí nos fuimos todos a proteger a una pared que estaban recién construyendo y nos tiramos al suelo (…) recuerdo que había una parturienta por ahí y que a mí me llegó una esquirla muy cerca, fue muy riesgoso… fue todo muy rápido, en cosa de minutos», dice.
Sylvia asegura que después del acontecimiento nadie volvió a hablar del tema. «Quedó para callado», afirma. Una de las grandes dudas respecto a este ataque es quién fue el piloto detrás de la operación. A la fecha, hay varias teorías.
Una apunta al hijo de Gustavo Leigh, que en ese entonces era Comandante de Jefe de la Fuerza Aérea. En conversación con BBC Mundo, Roberto Thieme, ex secretario general de una facción de ultraderecha opositora a Allende llamada Patria y Libertad, asegura que «es más sabido que el pan que era él».
«Lo que pasa es que la Fuerza Aérea de Chile hasta hoy utiliza el negacionismo o el ocultismo porque es casi vergonzoso que el hijo del Comandante en Jefe se haya equivocado y le haya metido unos disparos a su propio hospital… Es como tirarse un balazo en la nuca”, indica. Pero López Tobar afirma que fue un oficial con «poca experiencia».
«Se incluyó a un oficial del Grupo N9, lo que constituyó un error nuestro, dado que era un oficial muy joven y con poca experiencia para identificar blancos dentro de la gran ciudad, lo que después nos trajo problemas», señala en su libro.
También hay otras hipótesis, como la que sostiene el periodista, investigador y escritor Juan Pablo Meneses, quien fue testigo de la explosión cuando era niño. Para Meneses, el piloto que disparó el proyectil al hospital no se equivocó, sino que era un desertor que desobedeció las órdenes y atacó a su propio bando.
Esta idea la dejó plasmada en su libro “Una historia perdida”, publicado en 2022, donde reconstruye, de manera novelada, el ataque al hospital que, en sus palabras, es una de las tramas “más desconocidas” del golpe en Chile.
“Crecí a dos cuadras del hospital, el bombardeo fue parte de mi historia y sentía que, si no lo escribía, se podía perder”, le dice Meneses a BBC Mundo.
Para él, que la “mayor operación de la historia de la Fuerza Aérea haya estado a cargo de un pobre inexperto que se equivocó no tiene pies ni cabeza”.
“Leí tres libros que contaban versiones diferentes. Yo tengo una cuarta versión que la vengo escuchando internamente hace muchos años. Y decidí hacer una novela porque no tenía cómo demostrarlo, pues los relatos en torno al golpe de Estado están contaminados, nadie se atreve a cuestionar la verdad oficial, esa historia hegemónica que, a estas alturas, les acomoda a todos”, reflexiona.
El documental de Rodolfo Garate presenta otra versión: dice que el piloto que equivocó el blanco fue el teniente Roberto Urrutiaguer, quien murió en un accidente aéreo en 1974.
La investigación de Garate asegura que su nombre fue revelado por el expiloto Anibal Pinto Benussi en una declaración judicial realizada en 2018. Sin embargo, hasta hoy los detalles de lo ocurrido en el hospital de la FACH son sólo hipótesis. El pacto de silencio que todavía existe entre muchos uniformados chilenos tampoco ayuda a esclarecer la historia.
Así, a casi medio siglo del golpe, aún quedan más preguntas que respuestas de un irónico episodio que representa el único ataque que recibió el Ejército de Chile (por error o no) de parte de uno de sus propios aviones ese 11 de septiembre de 1973.
La casa de Allende
Pero el bombardeo al hospital no impidió que otro de los pilotos de la Fuerza Aérea atacara el verdadero objetivo: la residencia de Allende, ubicada en la calle Tomás Moro. Ese día, el teléfono de la casa del entonces presidente comenzó a sonar temprano.
El mandatario, consciente de que había un levantamiento en su contra, decidió partir a La Moneda a las 7:20 de la mañana, donde permaneció hasta su muerte. Sus hijas Beatriz e Isabel también se trasladaron al palacio presidencial.
Sin embargo, su esposa, Hortensia Bussi, y algunos miembros de su guardia personal -denominada Grupo de Amigos del Presidente (GAP)– permanecieron en el lugar.
Más tarde se supo que Allende intentó convencer a sus hijas de que se fueran a la casa en Tomás Moro, pues pensaba que allí estarían seguras. Nunca se imaginó que ese sitio también sería blanco del ataque aéreo y de un hostigamiento por parte de francotiradores que se ubicaron en los alrededores.
«Allende se equivocó al pensar que era un santuario intocable», le comenta Eduardo Labarca, autor de «La biografía sentimental de Allende». El escritor explica que una de las razones detrás de la ofensiva militar a la casa presidencial es que «allí se había instalado un cuartel del GAP, tenían una cantidad de armas importante».
Fue pasadas las 11 de la mañana cuando cayó el primer proyectil, destruyendo ventanas, paredes y parte del mobiliario que se encontraba en el interior. «Esta casa no era resistente como sí lo era La Moneda. Aquí volaron los techos y paredes», asegura Labarca.
De acuerdo con Mario López Tobar, se efectuaron “cuatro pasadas rasantes con cohetes contra la residencia, destrozando completamente esa propiedad y a un automóvil que estaba dentro del terreno”. Según Labarca, «la señora Tencha (el sobrenombre con que era conocida Hortensia Bussi) se escondió debajo de un escritorio con sus tres perros».
«Ella tenía tres posibilidades: quedarse ahí y morir, entregarse e ir presa o escapar. Eligió la tercera», señala.
En el libro La Conjura, de la renombrada periodista chilena Mónica González, se afirma que el detective Jorge Fuentes Ubilla logró sacar a Hortensia Bussi de la casa, en medio del bombardeo, por un pasaje posterior. Luego, miembros del GAP han declarado que subieron al techo de la residencia para hacerle frente a los Hawker Hunter y dispararles.
López Tobar menciona en su libro que el «Hawker Hunter del líder tenía una pequeña perforación en uno de los estanques suplementarios como consecuencia de un disparo efectuado por uno de los defensores de Tomás Moro durante la pasada baja inicial”.
Otro miembro del GAP, Miguel Farías Cordero, relató en un testimonio público parte de lo que vio en medio del ataque a la residencia presidencial.
«En el patio (había) una especie de cráter, seguí hacia el comedor donde había dejado un poncho, al parecer una bomba destruyó el techo, el poncho era un montón de tela rota, otra cayó cerca de la enfermería y me pilló cerca de la puerta, con la explosión sentí una masa de aire caliente que me empujó con fuerza», señala en un texto publicado en el sitio web del GAP.
Tras el duro enfrentamiento, quienes aún estaban en la residencia decidieron huir a través de un colegio de monjas ubicado atrás de la casa. Posteriormente, la residencia fue saqueada. Antes del mediodía, le comunicaron a Allende lo que había sucedido.
Así lo relata Óscar Soto en el libro “El último día de Salvador Allende”. El médico y colaborador del presidente estuvo con él en sus últimas horas en La Moneda. “Le comunican a Allende que cerca de las 11:20 horas su casa, en calle Tomás Moro, también había sido bombardeada. Pregunta por su esposa. Se le dice: ‘está todo destruido’”, recuerda.
Tras lanzar sus proyectiles en contra de la casa presidencial, los Hawker Hunter se dirigieron rápidamente a La Moneda. Lo que sigue es historia conocida. En democracia, la residencial presidencial del líder socialista fue declarada Monumento Histórico.
Aún conserva algunas instalaciones de aquella época, como un mural con el Escudo de Armas de la República, ubicado en la fachada principal, que fue encargado por el propio Allende.
Vía BBC Mundo.