Alexéi Navalny, el más franco opositor de Vladimir Putin, murió en una prisión cerca del círculo polar ártico. Así lo informaron el viernes las autoridades penitenciarias de Rusia. Tenía 47 años.
Navalny empezó su carrera en el año 2000 como locutor de radio y bloguero anticorrupción hasta convertirse en el rostro de la oposición rusa.
Hijo de padres de tendencia liberal, Navalny creció a las afueras de Moscú y estudió derecho y finanzas. Empezó a llamar la atención del público cuando comenzó a denunciar a las élites rusas y a organizar protestas callejeras. Se postuló a la alcaldía de Moscú en 2013 y consiguió el 27 por ciento de los votos. Para entonces, Putin ya tenía más de una década al frente de Rusia y estaba consolidando su control.
Cuatro años más tarde, Navalny intentó postularse a las elecciones presidenciales, pero fue inhabilitado por una corte que lo acusó de fraude. Durante años fue imputado con distintos cargos y encarcelado por breves periodos. En cada ocasión, su libertad ayudaba a darle al régimen de Putin una apariencia de tolerancia hacia la crítica.
En 2020, cayó gravemente enfermo cuando volaba de Siberia a Moscú y el avión tuvo que aterrizar de emergencia para atenderlo. Unos días después fue evacuado a Alemania, donde recibió tratamiento y los médicos determinaron que había sido envenenado con novichok, una potente sustancia desarrollada en la Unión Soviética.
A pesar de los peligros, meses después de su envenenamiento regresó a Rusia, donde fue arrestado y finalmente sentenciado a varias condenas de prisión que lo iban a tener recluido al menos hasta 2031. Sus partidarios aseguran que los casos fueron fabricados para amordazarlo y que el aislamiento al que fue sometido, cada vez más cruel, habría mermado su salud.
Él se mantenía optimista: “El régimen de Putin es un accidente histórico, no una inevitabilidad”, escribió en un intercambio con Andrew E. Kramer, periodista del Times, en 2021, la primera entrevista que brindó desde el cautiverio. “Tarde o temprano, este error se arreglará, y Rusia avanzará hacia un camino europeo democrático de desarrollo. Simplemente porque eso es lo que la gente quiere”.
La muerte de Navalny, cuyas circunstancias no han sido aclaradas, ha ensombrecido Europa. Esto quedó patente en la Conferencia de Seguridad de Múnich, una reunión celebrada hace unos días con la participación de los países aliados de EE. UU.
Una de las lecciones de las tribulaciones recientes, dijo el primer ministro de Bulgaria en el encuentro, no solo ha sido que dejó en evidencia las zonas grises entre Europa y Rusia, sino que plantea la interrogante sobre “si el mundo democrático que apreciamos puede ser derrotado”.
En Rusia, al menos 366 personas habían sido arrestadas en los últimos días, algunas de ellas por llevar flores en memoria de Navalny, lo que ha generado preocupación por la posibilidad de que se recrudezca la represión en un momento clave. Está previsto que, en marzo, se celebren unas elecciones en las que se espera que Putin se reelija por un quinto periodo. La viuda de Navalny, Yulia Navalnaya, dio un mensaje en video el lunes en el que insinuaba que tomaría el relevo en el liderazgo de la oposición.
“Voy a continuar el trabajo de Alexéi Navalny y seguiré luchando por nuestro país”, dijo. “Les pido que se queden a mi lado, no solo durante la pena y el interminable dolor que nos ha rodeado y no nos deja”.