Dada la importancia de contar con una buena salud y lograr una óptima calidad de vida, en esta columna de opinión abordaré cuatro enfermedades o dolencias que son cada vez más frecuentes en nuestro país y que merecen cierta atención y cuidado. Dentro de tales afecciones están el asma bronquial, hipertensión arterial, infarto al miocardio y el derrame cerebral.
Respecto de la primera, se trata de una enfermedad respiratoria crónica que se caracteriza por la inflamación de los bronquios, los pequeños canales de aire en los pulmones. Esta inflamación puede causar edemas, aumento de la producción de moco, y espasmos en los músculos de los bronquios, lo que dificulta el paso del aire y puede provocar síntomas como dificultad para respirar, sibilancias, tos y sensación de opresión en el pecho.
El asma es causada por una reacción exagerada del sistema inmunológico a estímulos ambientales como el polen, humo, polvo o frío, que son tolerados por personas sin asma. En personas con asma, estos estímulos pueden provocar una reacción alérgica intensa, resultando en la obstrucción de las vías respiratorias.
Aunque el asma es una condición crónica, los episodios de obstrucción de las vías respiratorias son generalmente reversibles con tratamiento adecuado, lo que distingue al asma de otras enfermedades obstructivas crónicas como la EPOC.
Hipertensión arterial
También conocida como hipertensión, consiste en una condición en la que la presión de la sangre en las arterias es demasiado alta. Por ejemplo, si imaginamos que las arterias son tuberías y la sangre es el agua que fluye a través de ellas, la hipertensión ocurre cuando hay demasiada presión en esas “tuberías” constantemente.
La presión arterial se mide en dos números: la presión sistólica y la presión diastólica. La presión sistólica es la presión cuando el corazón late y bombea la sangre, mientras que la diastólica es la presión cuando el corazón está en reposo entre latidos. Si la presión sistólica es 120 mmHg o más, y la diastólica es 80 mmHg o más en varios controles, se considera hipertensión.
Si bien la hipertensión puede no causar síntomas inmediatos, si no es tratada puede llevar a problemas graves de salud como ataques cardíacos, accidentes cerebrovasculares y enfermedades del riñón. Por eso es importante medir la presión arterial regularmente y seguir un estilo de vida saludable para prevenir o controlar la hipertensión.
Infarto al miocardio
Un infarto al corazón, también conocido como ataque cardíaco, ocurre cuando el flujo de sangre que lleva oxígeno al corazón se bloquea. Esto sucede generalmente porque una arteria coronaria, que es como una tubería que suministra sangre al corazón, se obstruye por un coágulo de sangre o por la acumulación de grasa y otras sustancias.
Cuando una parte del corazón no recibe suficiente sangre y oxígeno, las células del músculo cardíaco pueden dañarse y morir. Esto es grave porque el tejido del corazón no se puede regenerar fácilmente y, si no se trata a tiempo, puede causar daño permanente al corazón.
Los síntomas de un infarto pueden incluir un dolor fuerte en el pecho, sensación de opresión, dolor que se extiende al brazo, cuello o mandíbula, dificultad para respirar, sudoración, náuseas o mareos. Frente a esta situación, es crucial buscar atención médica inmediata.
Para prevenir un infarto, es recomendable llevar un estilo de vida saludable, como no fumar, mantener una dieta equilibrada, hacer ejercicio regularmente, y controlar otros factores de riesgo como la hipertensión y el colesterol alto.
Derrame cerebral
También conocido como ataque vascular cerebral, es una emergencia médica que sucede cuando el flujo de sangre al cerebro se interrumpe o se reduce drásticamente. Puede ser de dos tipos: Isquémico y Hemorrágico.
El Isquémico es el tipo más común y ocurre cuando el coágulo de sangre bloquea una arteria y detiene el suministro de sangre a una parte del cerebro. El Hemorrágico es menos común, pero más grave. Tiene lugar cuando un vaso sanguíneo en el cerebro se rompe, causando sangrado y dañando las células cerebrales.
Los factores de riesgo para un ataque vascular cerebral incluyen la hipertensión arterial, el colesterol alto, fumar, diabetes, y condiciones que afectan la circulación de la sangre. Dado lo anterior, resulta crucial reconocer los síntomas rápidamente y buscar atención médica inmediata para minimizar los daños y aumentar las posibilidades de recuperación.