A lo largo de la historia el ser humano se esforzó y trabajó para lograr la industrialización y automatización de los procesos y productos para obtener una mejor calidad de vida. Sin embargo hoy, tras generar serios problemas ambientales -sumado a las crisis sociales y eventuales problemas de abastecimiento-, hay quienes dejan el supermercado y las grandes ferias para volver a la tierra y producir sus propios alimentos.
Lo anterior explica por qué solo en la comuna de Valparaíso hay 23 Huertos Urbanos Comunitarios (HUC), de los cual 14 fueron estudiados por dos egresadas de la carrera de Terapia Ocupacional de la Universidad de Playa Ancha (UPLA): Kimberly O’Kinggton Valdebenito y Madelayne Ramírez Puelles, quienes trabajaron bajo la supervisión de la profesora Carolina Brown Vega, de la Facultad de Ciencias de la Salud.
“Nos interesó analizar este fenómeno social y alimentario, porque los Huertos Urbanos Comunitarios son un refugio de la biodiversidad que, además, contribuye a preservar el conocimiento ecológico local. Por otro lado, aumentan la calidad de vida en las personas y la forma de relacionarse entre ellas. Quisimos conocer cómo funcionaban, cómo se organizaban y también qué generaba entre quienes participaban en estos huertos ”, afirmó Kimberly O’Kinggton.
Crisis ambiental
Las estudiantes hicieron su estudio considerando el contexto de crisis ambiental ecológica que se expresa en efectos negativos para la vida y en los cuales la acción del hombre tiene participación (efecto invernadero, desertificación de los suelos, basura en los océanos, espacios convertidos en vertederos, etc.), que generan la reorganización social para enfrentar los efectos negativos de los cambios ambientales. Es así que, entre otras medidas, surgen los Huertos Urbanos Comunitarios que permiten no solo la producción, abastecimiento y consumo, sino también la recuperación de espacios. “Lo que más caracteriza a todos los huertos urbanos comunitarios que estudiamos, es que se trata de espacios que antes eran microbasurales, los cuales fueron transformados por las personas de cada uno de los huertos, en espacios comunes y sociales, con fines de uso colectivo. Es una actividad comunitaria en la cual se junta un grupo de gente, con intereses comunes como el cuidado del medio ambiente, restauración de espacios.. y que tienen el interés de producir sus propios alimentos. Muchos de ellos se caracterizan principalmente por esto”, dijo la profesional.
Agregó que al tratarse de acciones autogestionadas, el trabajo fue colaborativo, lo que se tradujo en el desarrollo de relaciones sociales de confianza, apoyo y constante motivación. “Los vecinos entendían que el resultado beneficiaba a todos”, afirmaron. Madelayne Ramírez destacó, además, que este tipo de organizaciones comunitarias no solo promueve la salud y el bienestar de los participantes con su entorno, sino también constituye un espacio de educación ambiental significativo.
“Los aportes que tienen estos espacios son muy variados. Encontramos que sirven de manera intergeneracional, donde niños, jóvenes y adultos pueden entrar en un contacto con la naturaleza, tomando una mayor conciencia ambiental… Desde niños es importante que se tenga una mayor educación y es a través de estos espacios que se permite que el niño pueda tener un mayor cuidado del planeta, una mayor conciencia con la naturaleza, el cuidado de la tierra, como también el consumo saludable de vegetales para una alimentación sana”, concluyó Madelayne Ramírez.