Por Gonzalo Tellería Olmos
Arquitecto, Ms ©️ Gestión Urbana Territorial
Qué duda cabe que las economías por aglomeración han traído muchos beneficios a los habitantes de nuestras ciudades no sólo crecimiento demográfico, sino también por variedad de servicios, de productos y el acceso a bienes de diferente índole. Además, al concentrar población, la misma infraestructura de la ciudad se hace más rentable; salud, educación, servicios, sanitarias, seguridad, etcétera. Dicho de otro modo, existe una importante economía de escala y variedad de servicios y bienes en la concentración.
Por ejemplo, grandes inversiones en nuestra Área Metropolitana de Valparaíso (AMV), como puede ser un Hospital de mediana complejidad, no tendría la misma atracción ubicado en Santa Rosa de Colmo, localidad poco poblada y de baja frecuencia de pacientes, que, en Avenida Brasil de Valparaíso, con alta concurrencia de personas y una inmejorable conectividad, que justificaría la inversión, en términos económico/financieros.
Sin embargo, ello –acompañado de una inadecuada planificación urbana- ha conducido, indefectiblemente, a una centralización que a cierta escala conflictúa a la periferia de nuestras ciudades, dejando una parte cada día más relevante de ciudadanos alejados de los mismos bienes y servicios que indicamos inicialmente.
El periurbano de las ciudades latinoamericanas, donde Chile no es la excepción, están desprovistas de muchos servicios, escasa infraestructura y muchas áreas del territorio con bolsones degradados, basurales, segregación, y escasa o nula vinculación entre los diferentes sectores construidos en estos anillos.
Bien propuso el Consejo Nacional de Desarrollo Urbano (CNDU) en mayo 2020, a propósito del Covid 19, “Recomendaciones de efecto inmediato”. En aquel documento la primera recomendación fue “Acercar los servicios públicos con equipos/unidades móviles para el pago de bonos y pensiones, o para hacer trámites del registro civil.” Con un total de 17 recomendaciones, de bajo costo, el CNDU buscaba “acercar” los beneficios del centro urbano tradicional al periurbano y que habría sido de gran efectividad por el tema pandemia
Lo expuesto está en absoluta concordancia con “la ciudad de los 15 minutos”, una búsqueda cada vez más necesaria de alcanzar cierta equidad territorial, con accesos a servicios, seguridad, bienes, trabajos, etc., y por extensión ello pueda generar una movilidad más sustentable que entregue -a la postre- un ambiente más saludable. Todo ello independiente de medidas específicas que son necesarias en estos ámbitos, como: ciclovías, regulación de estacionamientos, diferenciar horarios de ingreso/salida de trabajadores y estudiantes, pistas exclusivas para locomoción colectiva, etcétera.
Más allá de la planificación urbana o, incluso, de la debilidad de los instrumentos del modelo de planificación (cosa que daría para largo), lo concreto es que nuestras ciudades necesitan reorientar sus esfuerzos y generar nuevas centralidades que permitan acercar los beneficios de la economía por aglomeración a la mayor cantidad posible de ciudadanos.
Es observable como los términos de renovación urbana no han sido capaces de reorientar los procesos de densificación en torno a las centralidades (incluso tenemos ejemplos de densificación nula en ciudades de nuestra AMV), no se ha logrado articular bien la planificación del transporte con la planificación urbana, como tampoco se observan operaciones estratégicas en ello. Tampoco se ha logrado estimular la inversión privada a la escala que la ciudad requiere, ni hemos alcanzado una cierta estabilidad en el marco normativo para ello. Para que decir el gran tema de la inversión pública y su real eficiencia con su intervención, con algunas pocas excepciones.
En 1999, la Unión Europea (UE), buscando balancear los territorios, se planteó un desarrollo urbano de policentralidades y así lograr mejor cohesión territorial. Este modelo resulta una adecuada solución sobretodo en ciudades de cierta densidad y que se hayan en la denominada situación de “macrocefalia”. La UE se planteó al proyecto de policentralidad no sólo en las ciudades, sino en diferentes escalas. Así en las regiones, se fueron organizando -espacialmente- ciudades con perfiles económicos urbanos diferentes, logrando así integración económica, institucional y de cooperación interurbanas con altos grados de conexión y –sobretodo- de complementariedad.
Qué duda cabe que las ciudades más densas de nuestra AMV, como por ejemplo Valparaíso y/o Viña del Mar, tendrían un mejor desarrollo urbano, con mayor equidad y cohesión territorial si lográramos mejor planificarlas, orientar las inversiones públicas y estimular al privado para generar nuevas centralidades que eviten desplazamientos de nuestros ciudadanos y estos tengan la mayor cantidad de funciones y servicios en su barrio, o cercano a él, teniendo en cuenta que los temas laborales y educacionales son los que provocan la mayor cantidad de viajes.
Sin duda el bienestar físico y emocional de nuestros habitantes comienza en la creación de sus barrios, los cuales van construyendo el territorio de nuestras ciudades
En palabras de Delamazza, Cunill y Joignant (2010) la estrategia de desarrollo debe ir de la periferia al centro y simultáneamente de abajo hacia arriba.