Por Jorge Sánchez Nova, biólogo marino y Dr (c) en Medicina de la Conservación UNAB con especialización en humedales.
Los humedales son fundamentales para mantener el bienestar humano y la biodiversidad global. Estos prestan diversos servicios y beneficios para el ser humano.
Muchos de ellos son fundamentales para la adaptación y resiliencia ante el cambio climático en zonas costeras, lo que incluye la protección contra marejadas y el aumento del nivel del mar, la prevención de la erosión a lo largo de las costas, la regulación de la calidad del agua en zonas costeras, el reciclaje de nutrientes, la retención de sedimentos, la provisión de hábitat para diversas especies marinas en peligro y de importancia comercial, y la seguridad alimentaria para comunidades costeras en todo el mundo.
En particular, existen algunos humedales costeros que tienen una característica muy relevante en el contexto de la crisis climática actual, secuestrando y almacenando cantidades importantes de carbono, mitigando el efecto del cambio climático. Estos ambientes que tienen esta característica se les denomina ecosistemas de carbono azul y dentro de este grupo están las praderas de pastos marinos, los manglares y los humedales costeros (o también conocidos como marismas).
A pesar de los beneficios y servicios que ofrecen, los ecosistemas costeros de carbono azul están entre los más amenazados del planeta, y se estima que se destruyen entre 340 mil y 980 mil hectáreas de estos cada año, siendo la urbanización una de las principales causas. Esta acelerada pérdida de estos ecosistemas hace que el planeta vaya perdiendo su capacidad de secuestrar carbono.
Hasta la fecha no existen estudios que relacionen directamente la urbanización con la capacidad de secuestro de carbono de los humedales. Investigaciones como las que lidero desde la UNAB analizan este efecto.
Los ecosistemas costeros son cada vez más reconocidos por su importante papel en el secuestro de carbono y su potencial para convertirse en fuentes de emisiones de carbono cuando se degradan. Aunque estos sistemas están integrados en mecanismos y políticas de financiación nacionales e internacionales, aún no se ha producido la plena integración de las actividades de gestión costera como parte de las carteras nacionales de soluciones.
Esta oportunidad de integrar el carbono azul en las políticas y la gestión tiene el potencial de conducir a una mayor conservación (restauración y protección) de los ecosistemas costeros en todo el mundo, preservando y mejorando los múltiples beneficios que estos sistemas brindan a la humanidad.
Hasta la fecha, se estima que se han perdido hasta un 35 % de la distribución histórica global de los humedales costeros. Si estas tendencias continúan al ritmo actual, durante los próximos 100 años podrían desaparecer entre el 30 % y el 40% de estos ecosistemas, y obviamente, también desaparecerían las especies de flora y fauna que viven en ellos y los servicios ecosistémicos que le prestan estos ambientes al ser humano. Por esta razón es fundamental avanzar en la protección de estos ecosistemas.