Como académico comprometido con la investigación y la educación, no puedo dejar pasar la oportunidad de abordar la urgente problemática del dióxido de carbono (CO2) en el contexto del turismo, especialmente en este Día Mundial por la Reducción de las Emisiones de CO2 que se conmemora cada 28 de enero. La relación entre nuestras acciones turísticas y el cambio climático es un tema que requiere atención inmediata y reflexión.
El turismo, una industria global en constante crecimiento, se ha convertido en un factor clave en la emisión de gases de efecto invernadero. Desde los vuelos internacionales hasta los desplazamientos locales, cada etapa del proceso turístico contribuye de manera significativa al aumento de las concentraciones de CO2 en nuestra atmósfera, la antes llamada “industria sin chimeneas” es responsable directamente del 8% de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial, hoy, una de las industrias más contaminantes del planeta.
Es crucial comprender que el turismo no puede ser verdaderamente sustentable ni menos regenerativo mientras no abordemos de manera efectiva las emisiones de CO2. La magnitud de este desafío exige un replanteamiento fundamental y casi total de nuestras prácticas y políticas turísticas. Ignorar este problema no solo amenaza nuestros ecosistemas y a la sociedad en su totalidad, sino que también compromete la viabilidad misma de la industria turística a largo plazo.
La relación entre CO2 y turismo ha sido objeto de un número significativo de investigaciones académicas, negar o justificar esta relación tiene más de deseo que de fundamentos. Desde los impactos del transporte hasta la huella de carbono de los hoteles, la literatura científica es clara: nuestras vacaciones tienen un costo ambiental considerable. Es responsabilidad de todos, desde los viajeros hasta las empresas turísticas y los gobiernos, abordar este problema con seriedad y urgencia.
Es tentador imaginar que el cambio climático es una conspiración global, o que el turismo es una actividad sin impactos: es más fácil culpar a otros que hacernos cargo. Pero la abrumadora cantidad de artículos académicos dedicados al estudio de las emisiones de CO2 por turismo y sus efectos climáticos debería disipar cualquier duda.
En el lado positivo, en Chile, se están llevando a cabo esfuerzos significativos para reducir las emisiones de CO2 asociadas al turismo. Desde la promoción del transporte público hasta la implementación de prácticas hoteleras más ecológicas, el país está liderando algunas tímidas, pero constantes iniciativas que podrían servir como modelo para otras naciones. Sin embargo, la magnitud del problema exige un compromiso nacional mucho más fuerte, una colaboración internacional más sólida y un trabajo continuo con la investigación y la innovación, no podemos seguir haciendo pagar al medio ambiente los costos de nuestras ventas.
En conclusión, en este Día Mundial por la Reducción de las Emisiones de CO2, instamos a todos a considerar el impacto de sus viajes y a abogar por prácticas turísticas más sostenibles, compensar emisiones y elegir servicios sostenibles o, mejor aún, regenerativos. Como comunidad global, debemos unirnos en la búsqueda de soluciones que preserven nuestro planeta para las generaciones futuras. El cambio está en nuestras manos, y la responsabilidad recae en cada uno de nosotros.
Pablo Rebolledo Dujisin, director de la carrera de Administración en Ecoturismo, Universidad Andrés Bello, Sede Viña del Mar.