Hace un año la consultora IPSOS informaba que un 66% de los chilenos creía que la salud mental es el mayor problema de salud que enfrenta el país, ocupando la segunda posición mundial después de Suecia.
Estas cifras pueden dar cuenta que la salud mental se aborda en general de manera individualista y con un criterio de enfermedad.
Tal como señala Ana Cecília Augsburger (2004), el traspaso a la epidemiología de la categoría de enfermedad elaborada por la clínica condiciona las posibilidades de reconocer las determinaciones de índole social, cultural e histórica de los problemas que abordan los profesionales de la salud mental.
En los años que siguieron a la segunda guerra mundial fueron muchas las innovaciones que se verificaron en el campo de la salud y la salud mental. La más significativa sin duda fue la generada por la Organización Mundial de la Salud, cuando definió la salud no como la ausencia de enfermedad sino como el completo bienestar biopsicosocial de las personas y las colectividades humanas.
Desde la mirada del desarrollo humano y en particular del desarrollo comunitario, en Estados Unidos surgieron los Centros de Salud Mental Comunitaria y a partir de ellos surgen las disciplinas de la Salud Mental Comunitaria y la Psicología Comunitaria.
Siguiendo el desarrollo de la Salud Pública, se comienza a mirar la comunidad como un eje fundamental. Ello lleva de por sí a la desmedicalización del pensamiento sobre la salud y de las intervenciones para abordarla.
La Psicología Comunitaria, comienza a enfocarse en la prevención y moviliza el cuestionamiento de las acciones de salud mental que se centran en la “interioridad” de las personas, sin considerar los ambientes en que viven.
Desde la década de 1970 la mayor evidencia de factores protectores de salud mental se centra en la importancia de las redes personales y comunitarias, además de los accesos a servicios de salud mental y psiquiatría.
A nivel mundial serán los conflictos armados y la pobreza las principales causas del sufrimiento psicológico. En términos sencillos, nadie puede estar sano en ambientes insanos. Eso vale tanto para un enfoque familiar como para uno comunitario de la salud.
Desde el año 1992 los profesionales de la Psicología se incorporaron a los centros de atención primaria de la salud. Estos centros dejaron de ser considerados como consultorios y pasaron a ser conceptualizados como centros de salud, incorporando la salud mental como un eje fundamental.
La salud mental comunitaria como objetivo de desarrollo humano no es un objetivo que corresponde promover solamente a los profesionales. Uno de los hechos asociados a esta forma de pensamiento que ha permeado a los servicios públicos en nuestro país es el de la relevancia de la participación local en el diseño, la gestión y la evaluación de proyectos de salud mental comunitaria. Por esta causa es relevante transferir conocimientos y recursos a los actores locales que buscan el bienestar biopsicosocial de sus comunidades.
Sin duda la mirada para que esto ocurra, debe estar puesta en la formación de los profesionales de la salud y en las políticas de gobierno.