Por Mariela López Medrano
Periodista
El día que Vincent van Gogh nació, el mundo de los colores se revolucionó. El pintor encontró otras formas de ver la profundidad de las imágenes, que entrelazaba en los amaneceres y en las noches estrelladas. Su única peculiaridad es que sufría de bipolaridad, pero esto lo llevó a una incomprensión total, donde su hermano Theo, lo salvó un poco del ostracismo, dándole apoyo financiero y afectivo, para que Vincent no enloqueciera por falta de creatividad.
El artista sólo vendió un cuadro en su vida y cortó su oreja en una muestra de dolor indescriptible. Era quizás una de las manifestaciones de este trastorno que padecía. De esta forma, el 30 de marzo se conmemora el día del trastorno bipolar, fecha del nacimiento de Van Gogh, que nos recuerda a quienes tienen un prisma lleno de colores para reconocer la realidad y relacionarse con los demás. El sol también los ciega en este a veces infructuoso modo de experimentar los estados de ánimo.
La bipolaridad se caracteriza por fluctuaciones en los estados del ánimo, la mayoría de las veces se puede pasar de un estado normal a un estado depresivo, incluso existencial. Estas etapas depresivas pueden durar meses; otros períodos de algunos días y se pasa a un estado de normalización nuevamente, sin que haya mediado a veces nada. En algunas ocasiones se tienen períodos de euforia, denominadas manías, en que la persona se pone hiperactiva, muy optimista, no duerme y tiene una actividad que excede a lo que acostumbra a realizar.
De pronto y sin mediar aviso se ve la vida de una forma más intensa o quizás demasiado cruel y la vulnerabilidad se vuelve una constante. Una piedra en el estómago, o a veces las alas hacen fluctuar como las olas. Se transforma el mundo en un medio demasiado hostil y de repente dan ganas de cambiarlo. Y mientras tanto, la vida sigue, continúa: se estudia una profesión, se crian hijos, se cocina, se ama y se sufre.
Sin embargo, esto no define a quienes la padecen, se puede hacer, crear y construir, y hacer de este un mundo mejor. A veces la perspectiva puede cambiar, pero no la esencia de lo que se es. Van Gogh nos instaló su herencia infinita desde la bipolaridad. No nos dejó dos Vincent; nos regaló los paisajes, los colores, esas noches estrelladas.