Por Silvio Becerra Fuica
Profesor de Filosofía
Son muchas las décadas que los mayores de sesenta años hemos estado escuchando hablar a los gobiernos de turno, de todas las tendencias, a los políticos y sus respectivos partidos; como también al parlamento de nuestro país, de variadas promesas y proyectos relacionados con la idea de lo importante y necesario que es lograr una efectiva “descentralización” para las diferentes regiones. Argumentaciones que tienen mucho de mesianismo, pues en la porfiada práctica nunca se han cumplido, dado que siempre los intereses de todo tipo se han encargado de convertir estos ofrecimientos en nada más que un atractivo y dulce caramelo, que por momentos subyugó a los inocentes y desprevenidos electores, los que a poco andar, producto de la gélida situación que presenta el día a día de los ciudadanos, se encarga de que estos se afinquen, en la verdadera realidad que se está viviendo; la que se manifiesta en forma fría, dura y sorda, ante los urgentes llamados de las personas y de la sociedad, requerimientos que regularmente no son escuchados.
Bueno, la crisis social y la pandemia que el mundo entero y Chile en particular están sufriendo, ha dejado a nuestra sociedad en un estado extremo de precariedad y de sensibilidad social, como asimismo en una preocupante situación – problema futuro – por el creciente aumento de las enfermedades que afectan a la salud mental, no sólo en las personas mayores, sino que también en el resto de los grupos etarios, enfermedad que nuestro país, ya, en forma anterior a la pandemia, se ubicaba en los primeros lugares respecto del resto de los países latinoamericanos. Este constituye el actual escenario que tenemos que enfrentar para lograr la recuperación y reconstrucción que se persigue, en todos sus ámbitos. No es necesario ser adivino para saber que, para cualquier gobierno, la tarea que se le viene por delante es difícil y complicada, motivo por el cual es el momento en que todos deberíamos entrar en consciencia de la necesidad de hacer nuestro aporte, para que éste se convierta en una promisoria realidad y no en una eterna ilusión.
No obstante esto, y considerando el complicado panorama que estamos viviendo como sociedad, nos encontramos enfrentados a una lamentable realidad en que, por un lado tenemos a la vista de todos una extrema y creciente necesidad de las personas, y por otro, al sector gobernante en todo su espectro, que es el encargado y responsable de pensar en la manera de solucionar las necesidades de dichas personas; el que a mi modo de ver no ha estado ni está, cumpliendo con el mandato que la ciudadanía democráticamente les ha encomendado.
En este contexto, y como una manera de ser consecuente con el epígrafe de esta columna, es lícito hacerse la pregunta de si la creación de la nueva figura del gobernador regional, elegido mediante votación ciudadana y que reemplaza al intendente regional nombrado por el Presidente de la República, cumple o no con las expectativas de acercarse, al menos un poco, al entendimiento de lo que en sí significa la verdadera descentralización. Esto, teniendo en cuenta, que el Gobierno ha decidido crear la figura del delegado presidencial, la que al depender del gobierno centralizado, no es más ni menos que una cuña del centralismo que permanecerá enquistada en cada región.
Esta doble realidad de dos formas de gobierno para una misma región, que por su trasfondo y origen son totalmente diferentes, en algún momento se presentarán como antagónicos en su actuar, pues sólo uno de ellas – el gobernador regional- es consecuente con la actual realidad social y cultural que requiere el Chile que deseamos democráticamente cambiar, teniendo a la vista los nuevos aires que deberíamos comenzar a respirar a partir de la instalación de la Convención Constitucional, que tiene como único y principal objetivo la redacción de una nueva Constitución. Esto último es muy importante de tener en cuenta para que la Convención Constitucional no pierda legitimidad y, por lo tanto, no le pidamos a ésta solución de situaciones que no está en sus manos asumir. En el caso de que así fuere, estaríamos frente a una actuación que no sería afín con el rol que le corresponde cumplir, situación que solo llevaría a graves interferencias en el funcionamiento al interior de la Constitucional.
Mucho se ha criticado en todos los niveles ciudadanos la creación de la figura de un delegado presidencial, cuya actuación tiene como finalidad, seguir manteniendo viva la idea y las fuerzas del centralismo presidencial, que lo único que puede lograr, es entorpecer con sus acciones, la gobernanza, de los recientemente elegidos gobernadores regionales, forma de gobierno que es una esperanza, pero que nació con las manos amarradas, para cumplir su cometido de la mejor manera. El hecho de que en una región existan dos autoridades con potestades independientes para el gobierno de ésta, una elegida por el presidente de la República y otra elegida democráticamente, pone frente a nuestros ojos la más grandes de las paradojas, que convierte esta nueva forma de regionalismo – malamente descentralizado, – en un remedo de lo que pudiera ser una efectiva descentralización. Frente a esta realidad, la única solución posible y legal para ello está en manos de la Convención Constitucional, que sería la única instancia autorizada para hacerlo, con la aprobación de los ciudadanos que así lo solicitan.
Finalmente, resulta lógico pensar que si queríamos un gobierno descentralizado a partir de los recientemente elegidos gobernadores regionales, se debió entregar a estos las facilidades para una efectiva forma de gobierno, con delegación de autonomía, autoridad, y efectivo poder descentralizado, que sea capaz de generar desarrollo, teniendo como base la especial realidad; personal, social y territorial, que tiene cada región; debiendo para ello, tener una plena independencia económica, donde además, los diferentes servicios públicos tengan una dependencia directa del jefe del Gobierno Regional, que en el caso actual corresponde a la nueva figura, representada por el gobernador regional, tema que se espera pueda ser acogido, en colaboración, por los constituyentes recientemente elegidos.