Por Verónica Herrera Palacios
Directora de carreras Área Educación
IP-CFT Santo Tomás Viña del Mar
La Asamblea General de las Naciones Unidas, en diciembre del año 2018, proclamó el 24 de enero como Día Internacional de la Educación, en celebración del papel que la educación desempeña en la paz y el desarrollo. El llamado a los países es a lograr una educación de calidad, inclusiva y equitativa, que todas las personas tengan oportunidades de aprendizaje a lo largo de toda la vida.
Es un gran desafío a nivel mundial atender a la diversidad, responder a la igualdad de género y romper el ciclo de la pobreza. ¿Qué ocurre en nuestro país?
Hoy en día el sistema educativo presenta múltiples aristas en torno a los apoyos que se deben otorgar a la diversidad. Si observamos nuestra realidad educativa, se evidencian un sinfín de situaciones que permiten cuestionarnos acerca de cómo mejorar la enseñanza para nuestros alumnos, considerando que son diversos y únicos. Lamentablemente, el sistema educativo no ha logrado dar una respuesta equitativa y de calidad a las diferentes barreras presentes en el área educativa, a los requerimientos de alumnos y sus familias, a pesar de tener implementados programas para atender a la diversidad.
Ahora bien, ¿cómo avanzamos?
Senadis propone que las prácticas inclusivas se deben entender como buenas prácticas, las cuales involucran acciones e intervenciones que se implementan obteniendo resultados positivos, eficaces y que tengan pertinencia con el contexto en el cual se están utilizando, cuyo fin es aportar a las mejoras y facilitar la solución de problemáticas que puedan presentarse en el ámbito educacional en la labor diaria que se lleva a cabo con la comunidad educativa.
La Reforma Educacional en Chile plantea la educación como: “Un derecho social, que promueve un aprendizaje integral y que abre sus puertas hacia una concepción inclusiva e intercultural capaz de acoger, sin distinción alguna, a todos los niños, niñas, jóvenes y adultos que asisten a sus aulas en el territorio chileno”.
Tal vez, si consideramos las competencias y necesidades individuales de aprendizaje que presentan nuestros alumnos, si se incorporan estrategias, metodologías y actividades apropiadas para lograr aprendizajes significativos, lograríamos transformar el proceso de enseñanza y aprendizaje, pero para que esto ocurra es necesario que los docentes se empoderen de los principios inclusivos.
Debemos avanzar hacia una sociedad inclusiva alcanzando a la comunidad escolar y por ende a nuestra sociedad, adaptarnos a este contexto cambiante, comprender la realidad que nos rodea y en la cual estamos insertos, detenernos a leer las emociones, lo que ocurre, quienes nos rodean, cuestionarnos qué y cómo nos sentimos frente a lo que vivimos. Esto nos ayudará a reflexionar y así encontraremos el camino de cómo aportar a este llamado.