Por Silvio Becerra Fuica, Profesor de Filosofía.
Hablar de la razón, es incursionar en una difícil temática que tuvo su origen en la antigua Grecia, que de la mano de dos grandes filósofos, como son Platón y Aristóteles, -en el mismo orden maestro y discípulo- llevaron adelante sus ideas y teorías al respecto, generando una gran revolución en su tiempo, como también una cierta confusión desde el punto de vista de la teoría del conocimiento.
Pues una (Platón), afirma que el conocimiento de la realidad sólo es posible de alcanzar mediante la razón, principal facultad del hombre, que le permite conocer el mundo inteligible; por otro lado Aristóteles, apartándose un poco de las enseñanzas de su maestro da paso a su propia filosofía, la que se contrapone diametralmente a la de Platón, pues considera que la fortaleza del conocimiento está en la experiencia y la información que nos llega mediante nuestros sentidos, información, que la razón será la encargada de analizar y sopesar, con el fin de establecer una cierta certeza sobre esta.
La importancia del enfoque de Aristóteles, está en que fue el primer avance en el ámbito del conocimiento, hacia lo que hoy conocemos como el método científico, que permitió el desarrollo de las ciencias hasta el momento presente. De la misma forma innumerables otros filósofos y pensadores, han estado enfrascados en esta discusión y reflexión, la que se ha mantenido vigente a lo largo de la historia de la filosofía, hasta nuestros días.
Lo anterior es una muestra de que temas como la razón, que implican conocimientos, información, intereses, acuerdos y desacuerdos entre personas o grupos sociales, se convirtieron de una u otra manera, en un verdadero motor que permitió el desarrollo de la humanidad, tal como la conocemos en la actualidad, teniendo en consideración los pro y los contra que en forma permanente, más de una vez pusieron en riesgo la integridad del ser humano.
Hoy en día, la razón para el hombre común no pasa de ser un lugar común, inherente a este; que se asume como una cosa sabida y de gran obviedad, donde entender al hombre como un ser racional es de gran permeabilidad y normalidad.
Es posible que la racionalidad del ser humano en su actuar para conseguir sus objetivos, del tipo que sean, sea un hecho de fácil de comprensión y aceptación para muchos, mientras que no afecte directamente sus intereses y forma de vida; pues, como es posible prever, pueden existir diferentes formas de razón según sea la persona o la sociedad en que se viva, esto es, que esta diversidad racional, no asegura que la vida en sociedad tenga parámetros que permitan vivir en pleno acuerdo y cooperación en la búsqueda de un fin común.
Este es un punto que debiera ser entendido por todos, acerca de que la razón es sin duda algo inmanente a todo ser humano, el que en su razonar no siempre dejará abierta la posibilidad de crear un espacio de encuentro que permita una sana convivencia entre los hombres, provocando, como lo muestra la historia, una interminable secuencia de conflictos sociales y de guerras asociadas a poderosos intereses económicos y de todo tipo que no permiten un entendimiento.
es el caso de la guerra de Ucrania en la presente modernidad, la que en forma globalizada ha tenido efectos muy complejos para todo el planeta.
En este caso, ¿podríamos hablar de razón o de un actuar razonable? Ciertamente que no, pues a primera vista no parecieran existir elementos que permitan calificar estos hechos como resultado de un actuar razonable.Según lo anterior, a la pregunta de ¿qué significa ser una persona razonable o que tiene un particular razonar?.
es preciso para responderla, entender que la razón está íntimamente ligada al pensar; actividad que reside en el cerebro y mente de cada persona, donde se manejan ideas, experiencias, y todo tipo de discursos; los que permanecen almacenados en la mente de las personas, convirtiéndose en un gran potencial, que llegado el momento se transformará en acción.
significando esto que como personas, de acuerdo a toda la información contenida y procesada en nuestras memorias -que es única y personal- siempre estaremos en capacidad de manifestar frente a los demás nuestras opiniones e ideas respecto a cualquier tema o asunto en discusión, lo que con gran probabilidad a veces coincidirá o no con los intereses de los demás, pensando que cada persona responderá en base a la información de que dispone, la que como ya vimos está teñida con su personal experiencia de vida.
Lo dicho nos lleva a pensar que la razón o lo razonable es una cuestión de entendimiento, que se resuelve en el contexto de lo social; dado que esta no solo es para mi persona, lo que sería un contrasentido; sino que más bien, lo razonable se mueve en el ámbito de lo que piensan los demás, por lo cual según sea mi manera de pensar, calificaré de razonable o no lo dicho o hecho por otra persona.
Todo lo mencionado nos ayuda a entender que la razón, como la entendemos en un primer momento, es un tema de gran complicación; considerando que no tenemos a disposición la seguridad de que lo razonable para algunos, lo sea para otros; con lo cual la razón se convierte en una forma de pensar que se ajusta la mayoría de las veces a lo que prácticamente es conveniente para mi persona o mi grupo social.
Lo que lleva al permanente desencuentro de las personas; un ejemplo típico de esto lo tenemos en nuestros políticos, los que siempre nos han acostumbrado a ser espectadores de sus destempladas luchas, por la defensa de sus intereses partidistas, lo que por supuesto en nada beneficia a quienes los eligieron, convirtiendo a la política y su hacer en una actividad cada vez más desacreditada, pues se percibe a los políticos como entes que en vez de ponerse al servicio de la gente, adoptan sin el menor pudor, una actitud de servirse para sí, en base a todos los privilegios que la ley y la Constitución les aseguran.
Finalmente, y concordando con lo expuesto anteriormente, pareciera ser que la razón o lo razonable, es un tema que no está en el dominio de lo personal, sino que más bien en el dominio de lo social, lo que hace aparecer a la razón como un resultado de las acciones aceptadas y normalizadas por la sociedad, en una especie de proceso de retroalimentación que según sean los cambios sociales, entra a modificar nuestro pensar o nuestro razonar.